“Vida de Oharu, mujer galante”: el perenne discurso de Kenji contra las amorales tradiciones

Vida de Oharu, mujer galante se considera una de las mejores obras de unos de los mejores directores japoneses de la historia —sobre todo si atendemos a los convencionalismos que rodean a la mujer japonesa. Pero, Kenji Mizoguchi. todavía no había logrado la profundidad temática que lograría después en Cuentos de la luna pálida de agosto o El intendente Sansho. Aún así Vida de Oharu, mujer galante se puede considerar una notable obra dramática descriptiva que denuncia los convencionalismos paternalistas y elitistas de un Japón intemporal; fue merecedora del Premio Internacional de Venecia en 1952.

Kinuyo Tanaka y Kenji Mizoguchi ya habían trabajado juntos, incluso se convertirían en uno de los dúos más importantes de la historia, comparables a la pareja Yasujiro Ozu-Setsuko Hara o Mikio Naruse-Hideko Takamine. Incluso la actriz Tanaka dirigiría al final de su vida profesional dos obras remarcables (“Pechos eternos” y “Carta de amor”). En Vida de Oharu, mujer galante , Tanaka realiza una contenida interpretación que se repliega a un segundo plano dominado por la puesta en escena de la película, nunca toma un papel activo ni decisivo.

La vida de Oharu, mujer galante inicia el camino del mejor Mizoguchi, continuando con Los músicos de GionCuentos de la luna pálida de agosto, Los amantes crucificados, El intendente Sansho y La Calle de la verguenza. Es seguramente su mejor década (años 50), donde sus formas y discursos alcanzan una trascendencia única y atemporal.

 

Sinopsis/trama de la película La vida de Oharu, mujer galante

Cuenta la desdichada vida de una mujer abnegada y luchadora en un contexto opresor, típico del Japón feudal del S.XVII. La tradición patriarcal y sus normas no dejarán a Oharu la oportunidad de desarrollarse como mujer,  no le dejarán más alternativa que la de ejercer de geisha.

 

Vida de Oharu, mujer galante-Kenji Mizoguchi

Imagen by TCM

 

Crítica de la película La vida de Oharu, la mujer galante

La película sigue la continuación temática del director, consistente en los herméticos convencionalismos sociales y familiares del Japón del Siglo XVII, aunque bien podría tener lugar en cualquier siglo. Oharu, la protagonista, no puede elegir con quién casarse; ya que esa elección está reservada a sus padres los cuales eligen atendiendo a factores económicos y status social, nunca importa la opinión de la protagonista. Ella se enamora de un chico de posición social inferior a ella, así que cuando se descubre la relación lo condenan a la muerte. Esa premisa es un fiel reflejo del resto de la trama, Oharu se enfrentará (pasivamente) a un destino ya prefijado, el materialismo histórico, la doble moral, la fatalidad y la mala suerte configurará su destino.

Vida de Oharu, mujer galante - Kenji Mizoguchi

Imagen by Criterium Colection

La puesta en escena es, quizás, lo mejor de la película, está perfectamente estudiada y realizada. Aunque se cuenta el drama de una mujer en pleno S.XVII, los planos nunca se acercan a la protagonista, se pretende incidir en su fatalidad y su escasa significancia dentro un contexto que lo determina todo; para ello Mizoguchi realiza planos enteros (se ven totalmente a las personas, pero nada más) y, sobre todo, planos generales en los que se ven todos los elementos que se relacionan con las personas). Se crea una gran profundidad de campo en donde todo parece moverse bajo la batuta de Mizoguchi. Así pues es una obra eminentemente descriptiva y determinista, el ser humano— en especial la mujer—no tiene capacidad de elección.

Así pues, el dúo Mizoguchi-Tanaka son los dos alicientes principales para el disfrute de la película. Tanaka hace que empatices con su personaje, y, aunque no estés de acuerdo con su pasividad y domesticada actitud, veas con claridad la injusticia social propia de cualquier época y país. Mizoguchi no cuenta con un guion sobresaliente, pero su trabajo minucioso detrás de las cámaras logra una notable obra que profundiza en el injusto papel de la mujer y lo más desfavorecidos. Plasma perfectamente el sometimiento de la libertad individual a todos los convencionalismos sociales habidos y por haber.

 

Fragmento de “Qué grande es el cine” sobre La vida de Oharu, la mujer galante

 

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