“Distintas formas de mirar el agua”, libro de Julio Llamazares

Julio Llamazares recupera la intensidad de “La lluvia amarilla” en su nuevo trabajo, “Distintas formas de mirar el agua”, novela lírica y emotiva sobre una familia que tuvo que dejarlo todo.

El leonés Julio Llamazares nació en el pueblo de Vegamián, que quedó sumergido por las aguas para la construcción del embalse del Porma. Se puede colegir que un hecho así tiene que marcar la vida de una persona, pero por si acaso, el autor lo deja bien claro en “Distintas formas de vivir el agua”, su nuevo trabajo.

Enlaza con otros títulos en los que el escritor ha rememorado la desaparición de la vida rural, como el más célebre de sus volumenes, “La lluvia amarilla”, posiblemente su mejor obra. También se puede decir que entronca con éste por el lirismo y la intensidad de sus páginas.

“Distintas formas de vivir el agua” está editada por Alfaguara, en tapa blanda, en un volumen de 190 páginas, que ha salido a la venta al precio de 16,62 €.

Sinopsis de “Distintas formas de mirar el agua”, regreso a Ferreras

“Distintas formas de mirar el agua”.

El punto de partida es aparentemente simple, pues el libro se compone de los testimonios subjetivos de los diferentes miembros de una familia, que se reúnen tras el fallecimiento de Domingo, el abuelo del clan. Éste nunca quiso volver a Ferreras, el lugar donde nació y vivió toda su vida hasta que para construir un pantano fue desalojado, al igual que sus vecinos. Pero dejó dicho que quería volver una vez muerto, por lo que los suyos se disponen a esparcir sus cenizas en el agua que cubre ahora la localidad.

Así, reflexionan lo que están viviendo en primer lugar la viuda, Virginia, una mujer chapada a la antigua, de mentalidad muy parecida a su marido, con el que ha vivido toda su vida, pero también sus hijos, Teresa, la mayor, José Antonio, Virginia hija y Agustín. También se da voz a los nietos y a algunos de los maridos y parejas, hasta un total de 16 personajes, o 17 si se tiene en cuenta el que aparece a modo de breve (pero sugerente) epílogo.

Crítica de “Distintas formas de mirar el agua”, el paso del tiempo

Julio Llamazares.

Todos los libros de Julio Llamazares logran una enorme intensidad dramática, gracias a su dominio del lenguaje, y a su estimable poder de sugerencia. Pero éste recupera su mejor nivel, y resulta muy cercano incluso para quien desconozca por completo la forma de vida rural, que es al fin y al cabo el tema central de la obra. En suma, se ofrece un recorrido por una forma de ser que parece lejana en el tiempo, aunque en realidad está muy cerca, pues la vida ha cambiado radicalmente para todos en muy pocas generaciones.

Resulta curioso que una novela que desde el principio deja claro lo que va a ofrecer, y que no tiene grandes giros argumentales, enganche tanto, pues mantendrá pegados a lectores de gustos variopintos. Se luce especialmente con la descripción del gran ausente, el fallecido Domingo, pues vertebra la novela y el resto de personajes sobre todo tratan de explicar cómo era. Puede parecer un hombre difícil de comprender e incluso frío y distante en bastantes ocasiones (salvo cuando juega con su nieta), pero en realidad sus descendientes han salido adelante gracias a él. También ha acertado bastante el autor con el título, “Distintas formas de mirar el agua”, pues resume al fin y al cabo todo el texto, que describe una realidad a través de diferentes puntos de vista.

Además de temas como el desarraigo, en el caso de personas que extrañamente cambiaban de localización (salvo para casarse y no muy lejos, se explica en un momento dado). Pero también están presentes en el libro la infancia como un territorio clave para entender a cada persona, y las luces y sombras del progreso, que trae ventajas sin duda, pero a costa de pagar un precio.