El 25 de diciembre de 1492, día de Navidad, la carabela Santa María, la mayor de las tres embarcaciones que componían la expedición que había partido de Europa buscando nuevos caminos a Asia, encallaba en las arenas del norte de la isla que bautizaron como “La Española” (actual Haití) y que llevaban varios días explorando. Cristóbal Colón, el comandante de esta expedición, ante la imposibilidad de repararla ordenaba construir un fuerte con los restos de la nave.
Ese asentamiento sería el primero de los europeos en el Nuevo Mundo y Natividad o Navidad, fue su nombre por ser el día de celebración del nacimiento de Cristo. Tuvo una vida corta, al año siguiente, cuando Colón regresó con nuevos colonos la encontraron destruida y todos sus ocupantes asesinados.
Primera “batalla” ganada por los indígenas
El mismo Colón cuenta en su diario lo que un jefe aborigen amigo dio como explicación de lo ocurrido. En esencia sería un “chivatazo” de un jefe taíno rival del cacique que, según él, cometió los crímenes. Guacanagarí, jefe taíno más importante de esa región de la isla y que incluso ayudó a la construcción del fuerte, le informó que fue el cacique caribe de la zona montañosa de esas tierras, el llamado Caonabó, quien los asesinó.
El almirante era la máxima autoridad de la Corona, pues en ese segundo viaje venía con cerca de 1.500 colonos con plenos poderes para establecer nuevos asentamientos. Gran responsabilidad que parecía superarle, pues el tiempo demostraría que fue mejor navegante que gobernante. Su idea de aprovechar la base de Fuerte Navidad no pudo hacerse, por precaución decidió navegar hacia lo que hoy es la República Dominicana y fundar en la zona de la actual Luperón la ciudad de “Villa Isabela”.
Qué pudo ocurrir para tan trágico fin de Navidad
Fue casi un año de convivencia de 39 europeos con los pueblos aborígenes de la isla, los conocidos como taínos, que en los primeros contactos se mostraron amistosos y colaboradores con los españoles. Colón marchó a España para relatar y publicitar sus descubrimientos a los Reyes Católicos y su corte de nobles a primeros de enero de 1493, había hecho cabotaje por las islas caribeñas más grandes, la actual Cuba y la Española, que comparten hoy Haití y República Dominicana. Lo visto era suficiente para incentivar el interés de los monarcas por seguir financiando la empresa expedicionaria.
Por eso regresó el mismo año, pero más tarde de lo deseado, a finales de noviembre. El mensaje de dos cadáveres empalados y maniatados en las riberas de un río cercano al fuerte desconcertó al almirante. Al llegar al asentamiento las peores sospechas se cumplieron, todos los españoles habían sido muertos y el poblado nativo aliado próximo también fue atacado y quemado. El mismo cacique taíno, Guacanagarí, que prometió a Colón ayuda y protección al fuerte fue herido mortalmente cumpliendo su promesa.
Caonabó, el primer libertador
Algunos ensayos históricos de corte indigenista o corrientes nacionalistas que buscan una identidad primigenia han atribuido al caribeño Caonabó el título de “Primer Libertador de las Américas”. Las fuentes históricas son limitadísimas, lo único que cuenta con cierta garantía es el subjetivo diario que escribía el almirante Cristóbal Colón de sus viajes.
Se han hecho prospecciones arqueológicas, pero de hallar algo reseñable servirían más como logro exótico que como fuente para conocer qué llevó a Caonabó a bajar de sus montañas con cientos de guerreros y arrasar Fuerte Navidad y la villa de otro cacique, el jefe Guacanagarí.
La primera alianza indígena y española
Lo que es evidente es que Colón logró la colaboración de buen grado y de buena fe de Guacanagarí y su pueblo. Si no es por las canoas de estas gentes, amables y siempre sonrientes, la tripulación de la Santa María, incluido el propio almirante, habría perecido ahogada y nada de la nave si hubiese podido salvar.
¿Qué rompió esa alianza? En realidad no se traicionó, hay evidencias claras de que Guacanagarí y sus hombres lucharon para proteger a los españoles. La versión que hace leyenda de Caonabó dice que era algo más que un cacique, algo así como un rey de reyes, y que éste no estaba muy conforme con los tratos del jefe de la costa, vasallo suyo, con los hombres del fuerte.
Otra versión. Unos hombres, los 39 españoles “abandonados” por Colón en la fortaleza Navidad, que dejaron de comportarse como gentiles visitantes, que cometieron atropellos contra las mujeres taínas y robos y pillajes, ahora que no tenían el control de la Corona, en la figura del almirante. Todo eso llegó a oídos del justiciero gran líder Caonabó y simplemente hizo justicia. Alguien tenía que ejercer justicia entre los hombres que convivían en la isla, sin que para ello importase la raza o condición.