A veces, y esta es una de ellas, no se puede esperar a las líneas finales de la reseña para dar la opinión de la cinta de la que se está hablando, como suele ser lo habitual, después de haber explicado el argumento y de haber hablado del director y de otros asuntos. A veces no se puede dilatar la valoración, porque lo que más apetece es decir sin más rodeos que lo que se va a encontrar el espectador al sentarse en la butaca, es una auténtica obra maestra, un ejemplo de cine de altura, una cinta que no podrá olvidar por mucho que lo intente.
Y es que Joker, dirigida por el norteamericano Todd Phillips, conocido hasta ahora por sus exitosos trabajos en la comedia más atrevida y gamberra con cintas como la trilogía de Resacón en las Vegas, Escuela de Pringaos o Starsky & Hutch: La Película, es un maravilloso film, del que se podría decir que se ha realizado en “estado de gracia”.
Joker es el relato de la aventura vital de Arthur Fleck, que vive en la ciudad de Gotham, hasta convertirse en el archivillano que tanto perseguirá Batman. Se trata de un hombre de mediana edad que padece una enfermedad siquiátrica y que su mayor deseo es triunfar en el mundo de la comedia, aunque no está muy dotado para conseguir el éxito encima de un escenario. Vive con su madre enferma, y trabaja como payaso intentando hacer reír a niños enfermos en el hospital, o como hombre anuncio vestido también de payaso. Arthur es un buen chico, de buen corazón, pero la injusticia y la discriminación provocarán en él un proceso violento de locura y muerte que acabarán convirtiéndolo en un peligroso asesino; e, incluso, en el líder de un movimiento social harto de la desigualdad.
Joaquin Phoenix: El gran papel de un actor extraordinario
Hay que recordar que la historia más íntima y personal de Joker no aparece en ninguno de los cómics de DC. Es todo un argumento original sobre lo que le llevó a este personaje a convertirse en uno de los villanos de tira cómica más famosos y que tanto han hecho disfrutar a millones de lectores y espectadores. Pero más allá de esto, la cinta de Philips es un relato desgarrador, terriblemente humano, macabro, perturbador y morboso sobre la herida que le causa la sociedad a un hombre por ser diferente, y cuya referencia se encuentra en el cine de Scorsese o de Abel Ferrara.
Lo que merece mención aparte es el trabajo de Joaquin Phoenix encarnando al protagonista Joker. Se le podría calificar de portentoso, genial, increíble, asombroso, y se quedaría corto. Es su mejor interpretación hasta ahora, y eso que su carrera está llena de trabajos destacables; pero en esta ocasión ha conseguido un trabajo deslumbrante, lleno de matices, profundidad y verdad; sin duda el gran papel de su carrera. Era el indicado dada su marcada personalidad (y ahí está su filmografía de seres excéntricos, ensimismados, dramáticos y desolados) para encarnar a un personaje herido, incomprendido, lleno de desengaño y miedo, un ser que reside en la angustia y que camina en el borde de la demencia, y que su vida se acabará convirtiendo en una venganza. Phoenix hace suya la película, y se convierte así de una vez por todas en un actor de leyenda, que entra con todo merecimiento en ese club de actores inolvidables del método al que pertenecen Al Pacino, Marlon Brando o Robert de Niro, que hace aquí también un papel de un cómico y presentador de televisión tan divertido como detestable.
Ganadora del León de Oro del Festival de Venecia, es más que probable que no haya discusión a la hora de los Oscar de este próximo febrero. Porque Joker es la cinta del año. Una obra maestra políticamente incorrecta y ajena al cine convencional de superhéroes que perdurará en el tiempo, que rebosa tanto nervio creativo, sensibilidad y maestría, como desasosiego y oscuridad. Una cinta que parece un milagro.