Una patata que tarda un año en germinar, un filete de carne de vacuno que se mantiene fresco tres semanas, una fresa deliciosamente apetecible tras 15 días desde su recolecta… Alargar de tal forma la vida de un producto es posible gracias a la irradiación de alimentos, una técnica de conservación revolucionaria, una gran desconocida a la vez entre la población española.

La ionización o irradiación es un método de esterilización de alimentos mediante su exposición a radiaciones ionizantes durante un lapso de tiempo controlado. Los rayos X, los gamma o los electrones acelerados son los encargados de eliminar gérmenes, bacterias e insectos remanentes en los mismos. La técnica se conoce también como pasteurización en frío, puesto que prescinde del calor, y sus ventajas se resumen en: eficacia y practicidad, eliminación del uso de los tan generalizados fumigantes químicos y de algunos aditivos alimentarios, minimización del riesgo de intoxicación, retraso en la maduración, inhibición de la germinación y postergación de la fecha de caducidad, lo que significa prolongar el tiempo de comercialización y por ende, aumentar el beneficio del productor. La irradiación se aplica también a instrumental médico, a biberones, a cremas de estética, a envases o a material para tatuar.

Irradiación de alimentos: orígenes

Sus orígenes se sitúan en las raciones militares estadounidenses durante la Guerra de Corea (1951-53). La  NASA lleva décadas ionizando todas las provisiones de las misiones espaciales y de hecho los astronautas adoran sus raciones irradiadas. Se extiende su concepción como solución a repetidas intoxicaciones y crisis  alimentarias. Cítense a modo de ejemplo en España el Caso Colza (1981, 20.000 casos), la intoxicación por salchichas contaminadas con la bacteria E-coli y distribuidas en varios colegios de la provincia de Barcelona (2000, 205 casos), el mal de las “vacas locas” (2000, 713 casos), salmonellas varias, listeria, peste porcina o fiebre aftosa.                            

La irradiación de alimentos es legal. Actualmente se aplica en más de 40 países, entre ellos los Estados Unidos, Bélgica, Francia, Holanda, Rusia, Japón, Argentina, Brasil, Méjico y Sudáfrica, para más de 60 alimentos. La OMS (Organización Mundial  de la Salud), la FAO (Organización de Comida y Agricultura de Naciones Unidas)  y la IAEA (Asociación Internacional de Energía Atómica) aseguran que es inocua, siempre que las dosis de radiación sean las correctas.

Irradiación de alimentos: regulación en España

La NASA apuesta por la irradiación de alimentos

Astronautas degustando sus raciones espaciales ionizadas.

En España sólo está permitida la irradiación de “hierbas aromáticas secas, especias y condimentos vegetales”. En 2010 fueron sometidas a esta técnica 369 toneladas de los productos autorizados y en 2013, 871 toneladas, tal y como consta en los archivos de la AECOSAN (Asociación Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición), adscrita al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Actualmente, tres son los centros que a nivel nacional cuentan con las autorizaciones pertinentes para ionizar hierbas y especias en sus instalaciones: Ionisos Ibérica (Cuenca), que pertenece al grupo francés Ionisos y usa electrones de alta energía, Aragogamma S.A. (Barcelona), que apuesta por los rayos gamma de Cobalto-60, y Mevion Technology S. L. (Soria), que también aplica electrones. ¿Cuál es el destino de esos productos irradiados? Exportación en su mayoría absoluta.

Los términos radioactividad y energía nuclear ciertamente tienden a sensibilizar y alarmar a la población. La radiación no convierte a los alimentos en radioactivos. Es una afirmación rotunda. Sin embargo,  el control de la dosis es clave para conservar sus cualidades organolépticas. Por ello, ciertos productos como líquidos o alimentos de alto contenido graso no pueden ser sometidos a esta técnica de conservación, ya que se desprenden aromas desagradables y los sabores se pierden.

¿Es peligrosa la irradiación de alimentos si es legal y está permitida?

La irradiación de alimentos es disimulada por los productores

El logotipo Radura, usado para marcar los alimentos sometidos a la acción de la radiación ionizante.

Si aceptamos que se trata de una técnica 100% segura deberíamos reflexionar acerca del control y conocimiento real de aquello que servimos en la mesa de nuestra propia casa. Por imperativo legal europeo, todos los alimentos que hayan sido sometidos a irradiación deben indicarlo con claridad en su etiquetado, pero en la práctica no es así. Existe un logotipo creado para este propósito, con más de 50 años de vida, pero que apenas nadie conoce dado su uso marginal. En 2010 la AESAN (ahora AECOSAN, Agencia Española de Consumo, Alimentación y Nutrición) reconoce al diario “El Mundo” que anualmente traspasan las fronteras de nuestro país contenedores de alimentos irradiados que nunca llegan a etiquetarse, pero sí a comercializarse. No olvidemos tampoco que la industria agroalimentaria española utiliza grandes cantidades de especias y aditivos procedentes de otros países como China o la India.

En 2002, un estudio realizado por Francis Raoul y Eric Marchioni en ratas con cáncer y publicado en la revista científica “Nutrition and Cancer concluye que el consumo de alimentos irradiados  acelera la enfermedad a raíz de la formación de una molécula que no existe en la naturaleza de alimento alguno (2-ACB) y que puede provocar una serie de reacciones en el organismo que destruyen antioxidantes, rompen las membranas de las células y hacen que el organismo se vuelva más propenso al cáncer, la diabetes y las cardiopatías, entre otros. Sin embargo, a día de hoy la falta de mecenazgo ha imposibilitado seguir desarrollando la investigación y saber más acerca de esta molécula.

Argumentos en contra de la irradiación de alimentos

En 2003, el grupo de defensa del consumidor Public Citizen difunde un estudio en el que repasa diversas investigaciones científicas realizadas hasta el momento con comida irradiada y consigue crear alarma social amparándose en una extensa lista de posibles consecuencias. Sus pasos son seguidos por numerosas asociaciones sin ánimo de lucro, como Food and Water Watch, que se opone firmemente a la utilización de esta tecnología por no existir un estudio definitivo que aclare los efectos a largo plazo en el consumidor.

En 2008, la compañía canadiense Champion Petfoods, de reconocido prestigio internacional en el sector de los piensos animales, retira “voluntariamente” los alimentos para gato vendidos en Australia. Previamente, una comunidad veterinaria y de usuarios había denunciado que tras 30 casos detectados de ataraxia, parálisis y convulsiones, entre otros síntomas neurológicos, en felinos del país, el único denominador común era la comida ingerida, amparada en la marca de alta gama Orijen. Los síntomas de una intoxicación radioactiva en felinos son los descritos. La ciencia lo avala. Surgen entonces preguntas y dudas. Se hacen estudios. El director de Champion Petfoods insinúa un error en la dosis de radiación en una grabación que solicita sea borrada y rectificada… El gobierno australiano prohíbe acto seguido la importación de piensos ionizados para gatos.

Irradiación de alimentos: ¿sabemos qué comemos?

La irradiación de alimentos en USA es generalizada y aceptada

¿Corremos algún riesgo comiendo alimentos irradiados? By USDAgov.

¿Tiene derecho el consumidor a saber a qué controles se someten los alimentos irradiados antes de ser comercializados? ¿Por qué no se aumenta la supervisión regulatoria tanto en las plantas de procesado como en el etiquetado de los productos finales? ¿Cuáles serían las consecuencias a largo plazo de una pequeña sobredosis continuada en un ser humano? Si la radiación modifica los alimentos a nivel molecular, como se ha probado científicamente, ¿es desorbitado exigir estudios concluyentes? Los beneficios de esta técnica para los productores quedan claros, sin embargo ¿supone realmente una mejora para el consumidor? ¿Qué lugar ocupa aquí la producción local y de temporada?

Muchas preguntas sin respuesta. Demasiados peligros potenciales desconocidos en un mundo globalizado en el que el riesgo fácilmente adquiere dimensión mundial. Los defensores de la irradiación de alimentos mantienen que el proceso no afecta a la calidad del producto más que otros métodos de conservación, tales como el secado, la pasteurización o la esterilización por calor.  Los detractores abogan por no abandonar las buenas prácticas de higiene y salubridad, por no conformarse con una solución fácil y por investigar los efectos de la molécula 2-ACB. En medio, el consumidor, perdido en un laberinto de intereses contrapuestos en el que la paradoja de la alimentación no siempre le resulta evidente: en un momento histórico de máxima sobreinformación alimentaria y nutricional, va perdiendo el control de aquello que come; empieza desconociendo la procedencia o método de cultivo y ya no se pregunta por los productos que se añaden para su conservación; tampoco lo hará sobre cómo éste será manipulado para rentabilizar su comercialización.

A modo de conclusión rescatamos la importancia de la dosis adecuada de radiación y la necesidad de dar solución a un problema de política alimentaria y sanitaria que en un futuro mundo superpoblado se desbordará. Lo evidente para unos no siempre lo es para otros. Más si median intereses. Sin embargo, ahí aparece la ciencia, imparcial, metódica, comprobable, específica, objetiva, dispuesta a probar y a concluir antes de que surjan problemas irrevocables.  Pero lo evidente para unos no siempre lo es para otros. Precisamente hace poco disfruté de “Concussion” (Peter Landesman, 2015) y su batalla en defensa de una verdad incómoda. ¿Qué puede merecer más que nuestra salud una elección con conocimiento de causa?

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Irradiación de alimentos: principios y aplicaciones, de Ricardo Molins (2003, Acribia Editorial). De venta en Casa del libro

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