Henri Bergson (1859- 1941) fue uno de los pensadores de la historia de la filosofía que más se ocupó de la intuición, una defensa del libre albedrío, la creatividad y la alegría de existir. Bergson opinaba que la visión de la vida que nos ofrecen las ciencias es algo parcial e incapaz de agotar el cauce incontenible de una fuerza creadora, propia de la naturaleza, capaz de darle forma al universo de manera plural e infinita.

La ciencia y su visión reduccionista de la realidad

De acuerdo a Bergson, a la ciencia solamente le preocupa la repetición en los fenómenos del cosmos. El objetivo de los científicos es la formulación de reglas fundamentadas en lo que sucedió en el pasado y la captación de patrones en la naturaleza. Para este filósofo francés, esta perspectiva de la realidad se dedica a analizar las cosas en partes cada vez más diminutas, hasta finalmente poseer un conocimiento certero acerca de ellas.

Bergson y la filosofía como visión holística del mundo

Pero para Bergson, la ciencia está perdiendo mucho en ello: solo puede conocerse un objeto considerándolo en su conjunto. De manera que la visión del todo se contrapone al modo de trabajo que tiene la ciencia. Y justamente esta perspectiva holística es propia de la filosofía, desde la posición de Bergson.

La realidad como continuidad indivisible

El autor de “La evolución creadora” opina que la vida puede ser comprendida como una suerte de mecanismo, pero uno muy particular en el cual cada organismo forma parte de un sistema más vasto, que a su vez integra una totalidad. La realidad entonces se perfila como una especie de continuidad indivisible.

La vida, sus elementos y el todo

Berson menciona una interesante analogía: piensa en una línea curva trazada sobre una hoja de papel. Si se le observa de cerca, tal línea está compuesta por miles de puntos entintados; si se mira una fracción pequeña de la línea, se nos presenta como recta y no curva. Pero si alejamos la mirada entonces es posible captar el verdadero trazado, la auténtica naturaleza de esa línea: una curva. Entonces, concluye su razonamiento Bergson, la vida no está integrada por elementos físico-químicos más de lo que una curva está formada por líneas rectas.

La imposibilidad de detener el tiempo

La ciencia piensa que con su actividad está consiguiendo una instantánea del cosmos, y que a partir de esa captura del presente del universo es factible realizar suposiciones del porvenir. Si se contara con una inteligencia omnipotente y las suficientes referencias, si se pudiera alimentar en una computadora formidable todo lo que actualmente se sabe del cosmos, sería posible anticipar cuándo aparecería una nueva especie animal, o hacia dónde se movería el vapor que sale de la boca de una persona en una mañana de invierno, o cualquier otro evento así. Pero esta visión que maneja la ciencia presupone que se puede detener el tiempo por un instante, lo cual, para Bergson, no es más que una ilusión.

La fuerza creadora del tiempo y el ser

Por el hecho de que el tiempo no se detiene y de que la duración, desde la visión de Bergson, se define por ser una natural fuerza creadora eterna y multifacética, gestadora de vida, implica que nunca pueda ser calculada de cara al futuro. Por el contrario, observa el filósofo francés, captamos la vida en el tiempo, o más precisamente la duración, cual si fuese una corriente contra la cual no se puede ir. Para Bergson ese es el fundamento de nuestro ser, la sustancia del mundo que habitamos. Severo con relación a la perspectiva de la ciencia, Bergson asegura que se trata del cegador enfoque de una matemática universal, empeñada en analizarlo todo en sus componentes más pequeños. Esto para el pensador francés no es más que un desvarío, algo que se contrapone a la experiencia cotidiana y la naturaleza misma de la vida.