Entrevista a José Luis Palma, el Murakami español que te sorprenderá

Cordobés de nacimiento, médico cardiólogo de profesión, humanista por vocación y escritor prolífico para deleite de los que amamos la literatura.

Dicen que las comparaciones son odiosas. Pero, en este caso, existen varios indicios que  permiten plantear cierta hipótesis entre el parecido del japonés más enigmático (Murakami) con un español muy adictivo (José Luis Palma). Eterno nominado a los Nobel uno, finalista del Premio Planeta otro. “Siempre es mejor que la gente hable cara a cara, con el corazón en la mano…”. Murakami. ¿Es esta la raíz común que sustenta vuestro éxito?

Haruki Murakami

El escritor japonés Haruki Murakami, eterno nominado al Premio Nobel de Literatura.

– Compararme con Murakami es como un regalo de Navidad, que mucho agradezco; aceptarlo sería excesivamente pretencioso por mi parte. Soy un apasionado lector del japonés. Creo que he leído todo cuanto ha escrito. Me fascina su manera tan sencilla y a la vez compleja de narrar historias, casi surrealistas, y el modo en que de una forma, insensible, sumerje al lector en su realismo nipón. Mi forma de narrar, como era de esperar, se ha ido transformando con el paso de los años. Antes era más barroco. Pensaba que cuanto más culto me mostrase por el uso de vocablos tortuosos, mayor impacto y aceptación tendría en los lectores. Esa es una práctica presuntuosa que, para los gustos actuales, sólo consigue aburrir. Hoy trato de ser más directo, menos rebuscado.

Las obras de José Luis Palma tienen ese “algo” que las hace especiales. Se aleja de tendencias, modas o facilismos”. (Blanca Miosi). ¿Cómo consigue “envolver” al lector en cada historia sin dejarse llevar por la “rutina”?

portada el telegrafista de morgador

“El telegrafista de morgador” última novela del escritor José Luis Palma.

– Procuro alejarme de las temáticas convencionales y de los personajes predecibles. Me recreo en sujetos poco habituales, incluso raros o asociales,  en los que busco desmenuzar sus caracteres para confrontarlos con eso que llamamos “el hombre convencional”. Es lo que hice con Samuel Benamú, el personaje de mi última novela “El telegrafista de Mogador”. También dejo algunas escenas e incluso finales no del todo bien perfilados para que sea el propio lector quien “tome la pluma” y redacte, a su modo de ver las cosas, el final de cada acto. Algunos lectores me escriben cartas muy críticas quejándose por haberles dejado sin saber qué fue de aquel personaje o cómo terminó aquel conflicto. Creo que es obligación del escritor excitar la imaginación del lector para que ambos entre en resonancia y escriban la novela al alimón. La narrativa tiene que ser ficción y libertad en el más amplio sentido de la palabra. Para lo otro está la Historia y los historiadores.

“El hombre que amaba a todas las mujeres” es una obra que deja claro desde el título con “todas” un término absoluto, la rigidez o limitaciones posteriores del protagonista. ¿Es esa rigidez uno de los peores males del siglo XXI?

– Yo creo que en nuestro tiempo hay males mucho peores que ése. Para mí modo de ver las cosas, la superficialidad, la indiferencia ante las tragedias ajenas y la vulgaridad, son los grandes males de nuestro tiempo, por tan sólo citar algunos. También la falta de horizontes que hacen del hombre joven de nuestro tiempo un ser apático y disperso para el que las formas de vida actuales carecen de un sentido trascendente. El personaje central de esa novela (El hombre que amaba a todas las mujeres) es un especimen propio de esta época, un ser inseguro, vacilante en todas sus decisiones, que va y vuelve continuamente sobre sus dudas desorientándose a sí mismo y a los personajes que giran en torno a su caótica vida. Es cierto que Darío, ama a muchas de las mujeres que se cruzan en su camino pero lo hace de un modo superficial, buscando en ellas, con egoismo, la felicidad que no ha sido capaz de procurarse a sí mismo. Por ello, trata de recuperar, cuando ya nada es posible, el favor de la única mujer que lo amó desde la sinceridad.

Una novela que habla de la supervivencia de sus protagonistas diseccionando de a poco los mecanismos de defensa que forman y conforman el devenir de los personajes. ¿Es la negación el mecanismo de defensa preferido de Darío, el protagonista?

– Es lógico que cada ser humano trate de buscar la supervivencia con aquellos métodos que la vida pone a su alcance, sean lícitos o no. Es lo que hacen, habitualmente, personajes mezquinos y pusilánimes como Darío. Son estrategias que no tienen demasiado recorrido porque al final a todos se nos acaba “viendo el plumero”.  No sé si la novela es prevesible o no en su resolución y desenlace, pero el protagonista va viendo cómo todas las puertas se le van cerrando hasta que se enfrenta, irremediablemente, con la única que el Destino le deja abierta.

El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto” (Charles Chaplin). Ser consciente de que existe un final sumerge al protagonista en un círculo vicioso difícil de dejar atrás. ¿Es el tiempo esa fina capa de sedimento que sirve para anestesiar el dolor y seguir repitiendo patrones en el futuro?

charles chaplin

El genial Charles Chaplin.

– El hombre es, de todos los seres vivos, el único consciente de su propia muerte desde que alcanza el uso de la razón. Y aunque procure vivir como si ese final no fuese con él, la perspectiva infalible de la muerte es el hecho dominante de todos los comportamientos del ser humano; en ocasiones, para “jugar” con ella arriesgándola estúpidamente, en otras, negándola de forma sistemática para huir de esa insalvable angustia y, en contadas circunstancias, aceptándola con resignación. Por mi profesión he visto morir a mucha gente y podría decir que no hay estética ni resignación en ese acto oscuro y misterioso por el que todos tenemos que pasar. Séneca, el filósofo hispano-romano máximo exponente del pensamiento estoico dejó dicho que: “la muerte es para algunos un castigo, para muchos un regalo y para la mayoría un favor”. Un pensamiento del que no estoy seguro sea compartido por la gente de nuestra generación. Se dice del tiempo “que suele poner las cosas en su sitio” pero yo no estoy convencido de ello. Veo pasar el tiempo y observo que las maldades del hombre siguen siendo las de siempre.

La falta de recursos psicológicos de los protagonistas los convierte en veletas emocionales. Pero es difícil practicar la asertividad cuando no la has experimentado. “Elegí Medicina porque de entre todas las profesiones que pueden abrazar el hombre es la más ambivalente y esa posibilidad excitaba mi curiosidad…”. (Texto extraído de la novela “El hombre que amaba a todas las mujeres”). ¿Es esa ambivalencia la que nos pone en marcha cada día?

– No sé si es el desconocimiento del destino lo que hace crecer la ambivalencia de muchos hombres. Hago ambivalentes a algunos de mis personajes porque tal vez yo mismo lo sea. Tampoco sé si la ambivalencia es buena o mala en sí misma. De lo que sí estoy seguro es de que el “hombre recto”, el que nunca se sale de la raya, el que visto desde fuera parece un perfecto controlador de sus emociones, es alguien del que hay, por fuerza, que desconfiar. A pesar de que el hombre “fue hecho a imagen y semejanza de su Creador”, algo debió de fallar en el proceso porque nada hay más imperfecto que un ser humano.

José Luis Palma es un humanista convencido. Quizá por su profesión, acostumbrado a arreglar corazones, transmite a la perfección las vicisitudes que rodean a las relaciones humanas desde la responsabilidad. Consciente de lo que forma y destruye el corazón, demuestra con cada una de sus obras que un corazón grande se llena de bien poco.

jose luis palma

José Luis Palma en su faceta de cardiólogo.

– Desde mi punto de vista, profesionalmente condicionado, el corazón debería de tener el “tamaño justo”, tanto en lo emocional como en lo fisiológico. Lo que llamamos médicamente cardiomegalia, o corazón grande, es malo porque esa deformación visceral lo hace entrar en insuficienca; en fallo. Creo que lo mismo ocurre desde un punto de vista emocional. Tener un corazón que crece incomensurablemente por amor a nuestros sumejantes, como fue el caso de santa Teresa de Ávila, puede no tener otra alternativa que un infarto psicológico de consecuencias imprevisibles.

Espero seguir descubriendo de a poco la narrativa de un cirujano de la condición humana con mucho que contar. Descubre otras de sus obras maestras ¿a qué esperas?

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