Dos de febrero, segundo peldaño de la escalera que nos lleva a el Txupinazo

Ya queda menos. Dos de febrero. Segundo peldaño que Pamplona sube en su particular “Escalera de San Fermín” que le llevará al Txupinazo del seis de julio, con el que estallan casi nueve días de fiesta. Una maratón cargado de alegría y diversión que concluye el 14 de julio con el Pobre de mí.

El sonido de clarines y timbales procedente de un balcón del ayuntamiento anuncia que casi son las doce del mediodía del seis de julio. Debajo, en la plaza, miles de personas alzan su pañuelo rojo al aire y esperan ansiosos y emocionados el lanzamiento del Chupinazo que da comienzo a los Sanfermines.

Pamploneses, Irudarrakk, ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Ferrmin!

Lanzamiento del cohete – Los del bronce

Una marea blanca y roja espera a que el encargado de lanzar el txupinazo salga al balcón principal del ayuntamiento. El estruendo general apenas hace audible el grito casi ritual que pronuncia: Pamploneses, Irudarrakk, ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Ferrmin! También es prácticamente imposible escuchar la explosión del cohete que anuncia el comienzo de estas fiestas. En ese momento, miles de pamploneses y visitantes se anudan el pañuelo al cuello, lo mismo que hacen otros tantos repartidos por diferentes partes del mundo que también hacen su “particular” txupinazo. La explosión del cohete supone también la explosión de alegría contenida durante mucho tiempo.

La imagen que hoy se conoce se institucionalizó 1941. En aquella época el que disparaba el cohete era el presidente de la comisión de festejos. Fue en 1980 cuando esta tradición cambió, ya que aquel año Juan Manuel Pérez Balda cedió el honor de abrir las fiestas a otro edil, Benicio Aguerrea, porque ya había lanzado un txupinazo y consideraba suficiente la experiencia. A partir de aquí surgió la iniciativa de que rotara entre los concejales. Desde entonces y hasta 2015, el grupo político mayoritario lanzaba el chupinazo y luego en orden decreciente, el turno rotaba. Desde 2016 las asociaciones que integran la Mesa de los Sanfermines escogen quién podría lanzar el txupinazo y los pamploneses votan sobre esa preselección.

Con el paso del tiempo, este acto se ha convertido en uno de los más multitudinarios de las fiestas. Miles de personas se acercan hasta la plaza consistorial, que no es tan grande como parece, y a sus calles adyacentes. No cabe un alfiler. Así que para que más gente pueda disfrutar de este momento tan especial, el Ayuntamiento instala pantallas gigantes en la Plaza del Castillo, Paseo de Sarasate, Plaza de los Fueros y Parque de Antoniutti.

El pañuelo rojo, el emblema de los sanfermines, elemento indispensable del uniforme sanferminero

El pañuelo rojo es el elemento indispensable de la vestimenta típica de los sanfermines. La tradición dice que se debe llevar anudado al cuello mientras las fiestas estén vivas. Por ello, antes del txupinazo la gente lo lleva en la muñeca, en el bolsillo o en la mano, y lo exhibe al aire justo antes de que se lance el cohete para anudárselo en el cuello con el estallido de la fiesta.

Aunque no se conoce el origen del uso esta prenda, sí se cree que es religioso, ya que algunos consideran que el rojo es el de la sangre en homenaje al martirio de San Fermín, que murió decapitado en la ciudad de Amiens en una persecución en el siglo III. Otras teorías sitúan esta costumbre en el llamado Voto de las Cinco Llagas instaurado en 1599 como acción de gracias por la erradicación de una epidemia de peste que mató a un tercio de la población de Pamplona. Para curarla se colocaba en el pecho de los enfermos un sello con la representación de las Cinco Llagas de Cristo. Por lo visto, dada la efectividad de la medida y en agradecimiento, las autoridades de la Ciudad decidieron celebrar perpetuamente este voto. Parece ser que la representación de éstas llagas es similar a cómo queda un pañuelo al cuello. Por otra parte, hay quien opina que el rojo simboliza el color de la bandera navarra.

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Normalmente el pañuelo lleva bordado la figura del santo, el escudo de Pamplona, el de Navarra, o el de la peña a la que se pertenezca. Algunas de estas peñas se distinguen por el color del pañuelo, ya que no es rojo. Así, el de la peña La Única es verde y el de las peñas La jarana y el Txako son azules.

También roja es la faja que se enrolla a la cintura y que siempre termina con unos flecos a los lados. Anudada a la izquierda, es la otra prenda típica del “uniforme” sanferminero. Otro de los elementos más tradicionales de este traje, son las alpargatas blancas de esparto con cintas rojas que se anuda alrededor de la pierna.

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A estos tres elementos tan tradicionales, hay que sumarles la camiseta y el pantalón o falta blancos, para completar una vestimenta que crea estampas muy vistosas de blanco y rojo.

El origen de este atuendo es incierto. Algunos señalan a la Peña La Veleta como su creadora. Los miembros de esta peña fundada en 1931 buscaban una especie de uniforme que los distinguiera de otras asociaciones. Se decantaron por una vestimenta blanca porque era fácil de conseguir y asequible para todos. Además, cumplía el objetivo de señalarse, ya que es un color vistoso, y más llamativo junto con el rojo. Hay otras teorías que ubican su origen en los chistularis de Biarritz, en los joteros actuaban en el teatro Gayarre allá por los años 30 o en el traje de los pelotaris.

Sea cual sea su origen, ha calado hondo y su uso se ha extendido de tal manera, que ha conseguido que todos los asistentes a la fiesta se unifiquen con este “uniforme oficial”.

El ayuntamiento también es el escenario de la despedida.

Pobre de mí – Laramburu

Y tras 204 horas de fiesta, la plaza del ayuntamiento vuelve a ser el centro neurálgico, ya que aquí se celebra cada 14 de julio el tradicional Pobre de mí, el último acto oficial, con el que concluyen los sanfermines.

Puede decirse que el Pobre de mí es la antítesis del Txupinazo: cambia la luz del día por la noche, la alegría por la tristeza y las ganas de diversión por el cansancio acumulado. Además, supone la culminación de un día de despedidas: la de los gigantes, por la mañana, la de las peñas en la plaza por la tarde.

Con el pañuelo todavía al cuello y portando una vela encendida en la mano, miles de personas se congregan frente al Ayuntamiento cantando el célebre “Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San Fermín”. A las 23.59 del 14 de julio el Alcalde o Alcaldesa sale al balcón para dirigirse al público dando por finalizadas las fiestas y convocando a los asistentes a una nueva cita con el Txupinazo del año siguiente. A continuación, muchos

Pobre de mí – Republica com

se dirigen a la iglesia de San Lorenzo, donde está el santo, para dejar en las verjas las velas y el pañuelo.

Además de en el ayuntamiento, hay dos escenarios donde se celebra este acto. Uno es la Plaza del Consejo. Allí se acercaron en 1985 Francisco Javier Gutiérrez y sus amigos para despedir las fiestas. Fue entonces cuando “El Guti”, se encaramó a la fuente de Neptuno y, batuta en mano, se dirigió a su particular orquesta para entonar las canciones populares de Pamplona. Años después, este ‘Pobre de mí’ se ha convertido en una tradición que en la actualidad dirige la Cofradía musical de San Saturnino, que relevé a “El Guti”. El otro escenario es la Plaza del Castillo, donde las peñas despiden las fiestas al ritmo de la música de sus txarangas.

A pesar de las connotaciones tristes que tiene del Pobre de mí, mucha gente sigue de fiesta toda la noche hasta las ocho de la mañana del 15 cuando se celebra el encierro de la villavesa. Pero el Pobre de mí también abre una nueva etapa, porque es a partir de este momento cuando ya se puede entonar el…: ¡Ya falta menos para San Fermín!

 

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