Esto del arte es un misterio. No deja de ser un misterio. Me pregunto cómo uno de mis directores favoritos y que tanto me ha divertido y que tanto me ha emocionado, y del que me han gustado casi todas sus cintas anteriores, pueda haber hecho un film que me deje tan frío y que me haya aburrido tanto, casi hasta el sueño y el ronquido. Esto me ha provocado Silencio.
Cómo un autor con un mundo tan personal, con tanta potencia visual y tanto nervio narrativo haya podido realizar, en su nueva cinta, un ejercicio en el que nada de esto brilla por ningún lado. ¿Cómo es posible?
Y además, siendo uno de los proyectos que Scorsese llevaba preparando durante 28 años y que era su cinta, según sus propias declaraciones, más personal y en el que ha volcado tantas energías e incontable empeño.
Esta Silencio narra la búsqueda por parte de dos misioneros jesuitas en Japón durante el siglo XVII, de otro misionero que creó una misión, y que parece que ha desaparecido, no se tienen noticias de él.
Sabiendo todo esto, así, se esperaba al gran Scorsese, y el espectador comprueba que no está. Que Silencio no tiene el brillo de las grandes obras del director, que el genio neoyorquino está muy difuminado, y que ha creado un film metafísico, con el tema de la religión y de la espiritualidad que tanto le preocupa y que ha quedado constancia de ello en todo su cine, pero que resulta terriblemente lento, tedioso, pesado y hasta pretencioso.
Gran decepción de un director que casi nunca me decepcionó. Aun así, no le bajo del altar. Por supuesto que no.
Año: 2016.
Duración: 159 min.
País: Estados Unidos.
Director: Martin Scorsese.
Guión: Jay Cocks, Martin Scorsese (Novela: Shusaku Endo).
Música: Kim Allen Kluge y Kathryn Kluge.
Fotografía: Rodrigo Prieto.
Reparto: Andrew Garfield, Adam Driver, Liam Neeson, Ciarán Hinds, Issei Ogata, Tadanobu Asano, Shin’ya Tsukamoto, Ryô Kase, Sabu (AKA Hiroyuki Tanaka), Nana Komatsu, Yôsuke Kubozuka, Yoshi Oida, Ten Miyazawa.