
El título lo deja claro: película triste. Este primer largo dirigido por el argentino Alejo Flah -autor de un corto en 2010 anteriormente- es eso, una cinta con un fondo bastante tristón.
Narra la historia de un escritor y guionista protagonizado por Ernesto Alterio al que le encargan el guión de una comedia agradable y romanticona. Se pone a la labor, y el espectador va viendo en imágenes la historia que va escribiendo, la de una chica (Marta Etura) y un chico (Quim Gutiérrez) que se conocen en una librería y que se enamoran, y al mismo tiempo, simultáneamente, se va viendo la propia vida del guionista, sus desastrosos avatares sentimentales con su pareja.
Es el juego de ir viendo la ficción y la realidad y cómo se entrecruzan, asunto cuyo referente clásico está en la cinta “Cita en París”, de Richard Brooks, con William Holden y Audrey Hepburn, aunque aquel film tenía un poco más de chispa y gracia sin ser tampoco una gran película.
“Sexo fácil, películas tristes”: Una cinta aburrida
Y es que viene con el sello de comedia romántica, pero más bien habría que hablar de que se ha quedado en el intento de serlo.
Es conocido que este tipo de cintas suelen ser una mezcla de humor y su puntito de drama y desconsuelo, pero en esta ópera prima de Flah el humor brilla por su ausencia. Se trata más de un filme en el que sólo existe la desgana y el miedo de unos personajes alicaídos que viven en la melancolía.
Pero lo peor de todo es que esa desgana y ese tedio se lo trasmiten al espectador que no encuentra un sentido a esta película tan plana y prescindible, y de la que sólo puede valorarse el amor por la literatura y el cine que desprenden los personajes. Y quizá ni eso.
El debú de Alejo Flah pasa, lamentablemente, desapercibido.
Todos tenemos la necesidad de que nos quieran y querer, pero hay que decirlo con mejor pulso.