“¡Salve, César!”, de Joel e Ethan Coen, además de tratarse de una revisión al Hollywood de antaño de los años cincuenta, es una sátira política y social del “Star System”. Estelarizan Josh Brolin, George Clooney, Channing Tatum y Scarlett Johansson.

James Dean. Clark Gable. Vivian Leigh. Fred Astaire. Katharine Hepburn. John Wayne. El cine clásico de Hollywood, en una etapa en la que llevaba poco tiempo la transición al cine sonoro (1927), es una referencia importante al tratarse de una industria artesanal que, si bien era más versátil por el entonces seminuevo formato cinematográfico, le importaba mucho la usanza de “fórmulas” que garantizaran el consumo de masas, como la preservación de clásicos literarios, la reiteración en otorgar “finales felices” en tiempos de postguerra y el sistema de estrellas posesionadas por los estudios.

La industria de Los Ángeles, aunque dista de aquellos paradigmas, preserva en la actualidad rezagos de mediocridad artística, respaldando y nutriendo la carencia en creatividad a través de las innumerables secuelas, precuelas y reboots de historias vistas mil y un veces.

Joel e Ethan Coen, en “¡Salve, César!” (Hail, Caesar!, 2016), rescatan un poco la era de antaño del cine de Estados Unidos, agregando un tono mordaz en donde el sarcasmo a las usanzas hollywoodenses es un reflejo del estancamiento por el que atraviesan los estudios en la actualidad.

¡Salve, César! (2016), Joel e Ethan Coen bobc2012 tumblr

Trama de “¡Salve, César!”: El Hollywood de los cincuenta, con todo y “Star System”

Eddie Mannix (Josh Brolin) es el director encargado de mantener la reputación y el orden de un consagrado estudio del Hollywood de los años cincuenta, así como de las “estrellas” en turno que la conforman.

La producción más cuidada es la de “¡Salve, César!”, una épica de romanos y cristiandad con alto costo en su realización protagonizada por Baird Whitlock (George Clooney), el actor de moda adorado por el público. Al desaparecer de manera repentina y misteriosa. Mannix tendrá que arreglar el problema, además de otros que encuentre en el camino provocados por algunos artistas de la industria.

Crítica de “¡Salve, César!”: Una sátira política al sistema del Hollywood clásico

Al tratarse de uno de los referentes de la cinematografía estadounidense contemporánea por conjugar la excentricidad, la ironía, la confusión o la absurdez y el humor negro en su visión sobre el contexto político y social de su país natal, los Coen exploran de nueva cuenta las fauces de la industria de Hollywood, logrado de manera previa en los ojos de un dramaturgo en “Barton Fink” (1991).

Reforzado en gran medida por la cuidada estética en la fotografía de Roger Deakins, la tradicionalidad de aquel sistema se recrea bajo el punto de vista irónico y un tanto sarcástico camuflajeado en los participantes del relato: el atractivo “newcomer” sin pizca de talento Hobie Doyle, (un destacado Alden Ehrenreich), la diva DeeAnna Morran (Scarlett Johansson), la torpe pero eficiente editora C.C. Calhoun (Frances McDormand), la “celebrity” influenciable Baird Whitlock, el estricto director de método Laurence Laurentz (Ralph Fiennes) y el atractivo actor de musicales Burt Gurney (Channing Tatum).

Cada uno de ellos, además de ironizar al prototipo de “estrella” de la época, las fiestas, nombres famosos de la vida real y al método “romántico” por los que fueron promocionados algunos de ellos para aumentar su popularidad, forman parte de un riguroso y sarcástico sistema reflejado en las decisiones de Mannix, quien además de representar el control de la productora, es quien teme a que la “casa” pierda credibilidad, ingeniándose mil maneras para salvar la reputación de sus artistas. Sin importar cómo, muestra cuestionamientos éticos en los que incluso él mismo tiene que sopesar al considerar una oferta laboral mucho más redituable pero mezquina.

Así, se alejan de la violencia física y oscuridad de “Sin Lugar para los Débiles” (No Country for Old Men, 2007) para acercarse a una más sutil, representada en la mofa evidenciada en el secuestro de la estrella, aproximándose más a la aguda comedia que les caracteriza, aunque por momentos difícil de comprender con respecto a su intención.

El cine de género, tan en boga en los cincuenta, es homenajeado por los Coen, pero al mismo tiempo le resaltan sus defectos y sus elementos patéticos (al igual que el de los participantes del relato), recreándolo de manera paródica, como los tintes homoeróticos en el musical integrado por una vasta presencia masculina, la simplicidad en las tramas del western y el “fanservice” del cine acuático. Las situaciones que enfrentan Mannix y compañía se apoyan con el elemento del “noir” y la voz en off, enriqueciendo el misterio de la desaparición y su progresiva y surrealista resolución, con una variedad de situaciones que presentan instantes inconexos con la trama principal.

Los hermanos realizan, de manera incisiva, los cuestionamientos a la propia industria a la que pertenecen, siendo uno de ellos el grupo encargado de amenazar al sistema capitalista del cual la industria se fortalece, representando al lado político de la Guerra Fría y el momento “incómodo” que significó una cacería gubernamental en la época, además de evidenciar el hambre de éxito y el estancamiento en la producción masiva de contenido, cayendo en la superficialidad equiparable a las identificables sagas de la actualidad.

Si bien es preponderante el tributo que se realiza a una época de glamour, más exigente en el cuidado de imagen de sus estrellas, en el cumplimiento de sus códigos y deslindada del humor “fácil”, “¡Salve, César!” es una disección aguda y pulcra de una olvidada era de una industria dedicada a hacer películas, capaz de obligar a “mirar” entre líneas el significado de su mensaje. ¡Ave, Hollywood!