
Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie, Harvey Scrimshaw, Lucas Dawson.
Guión: Robert Eggers.
Foto: Jarin Blaschke.
Coproducción USA-Canadá-Reino Unido.
Duración: 92 minutos.
A uno no le gusta caer en tópicos a la hora de escribir ni de hablar, pero a veces resulta harto complicado no hacerlo. No quiero decir que lo mejor de La Bruja es su fotografía y su dirección artística, que estéticamente está muy cuidada, y hacer entender que lo demás no tiene ningún valor. Aunque esta vez no me queda más remedio que hacerlo.
Lo mejor de La Bruja es su imagen, su estilo visual. Y nada más.
Quiere provocar miedo, y no lo logra. Es más, consigue provocar hilaridad en los espectadores, que no se creen nada de lo que están mirando, de esta cinta confusa, pretenciosa, banal, vacía, que aburre hasta el sueño, y que está llena de excesos de vanidad por parte del director.
La cinta agrupa unas leyendas del siglo XVII, en Nueva Inglaterra. Un matrimonio de colonos cristianos con cinco hijos viven cerca de un bosque que se cree encantado y dominado por el mal. Cuando el bebé de la familia desaparece misteriosamente, y poco después se quedan sin cosecha, el enfrentamiento entre ellos será terrible.
Se podía haber hecho algo mucho mejor con este argumento, una cinta más estimable e interesante, más certera y sencilla.
En cambio, en La Bruja no hay más que pretenciosidad y vacío. Un error tras otro. Como ya digo, causa sonrisas y tedio y vergüenza ajena por momentos, en vez de provocar desasosiego e inquietud al espectador, esta ópera prima de Robert Eggers, que ganó el Premio al mejor director el año pasado en el Festival de Sundance.