“El Juicio de Viviane Amsalem” es un brillante drama sobre el cansino y prolongado proceso de divorcio de una mujer israelí. Nominado al Globo de Oro 2015 a Mejor Película Extranjera.
El fin de un matrimonio representa, en muchas ocasiones, la bienvenida al divorcio, al proceso que legaliza la separación y que, hoy en día, es fácil de obtenerse gracias al procedimiento exprés o a los convenientes acuerdos que realizan los involucrados. Si bien la práctica es aplicable en muchas regiones del mundo, en Israel es más complicado porque el proceso, en materia civil, es inexistente y los rabinos son las autoridades religiosas encargadas de legitimarlos o disolverlos de acuerdo al consentimiento del marido.
Bajo dicha premisa, los realizadores israelíes Ronit y Shlomi Elkabetz presentan “El Juicio de Viviane Amsalem” (Gett, 2014), un vistazo que no únicamente sigue al papel de la mujer y su retrato por la autoridad, sino también las posturas de una sociedad con respecto a sus leyes y su cultura.
El divorcio, la religión y la mujer: Trama de “El Juicio de Viviane Amsalem”
Ante el tribunal israelí, Viviane (Ronit Elkabetz) ha solicitado el divorcio. Elisha (Simon Abkarian) se niega en otorgarlo.
La tenacidad de la mujer incrementará por la frialdad del marido y los jueces tendrán a su cargo un caso que no únicamente se prolongará por cinco años, sino también atraerá confrontaciones y revelaciones que instarán a cuestionar la veracidad en las acciones de los involucrados.
Crítica de “El Juicio de Viviane Amsalem”: Un destacado drama sobre el divorcio
Acostumbrados en retratar a la sociedad de Israel con retratos de conflictos familiares recreados en “Tomar una Esposa” (2004) y “Shiva” (2008), los Elkabetz escriben y dirigen la tercera parte de una trilogía, cada una con historias diferentes, en la que prosiguen con la exploración social de su cultura de origen.
Los también hermanos en la vida real, con un guión de su autoría, recrean a manera sobria un caso en el que la trama únicamente acontece dentro de los confines del tribunal, vislumbrando el estado de reclusión que atraviesa el personaje estelar e invitando a seguir de cerca los pasos de cada uno de los involucrados en el proceso, desde los demandantes, los testigos, hasta los mismos jueces.
El asunto adquiere tintes que oscilan entre el drama que enfrentan los afectados hasta el “circo” en el que se convierte, séase por la incapacidad en encontrar razones válidas en la separación y en el juego de preguntas de los abogados, algunas de ellas juzgando y entrometiéndose de más en la vida privada del matrimonio.
Todo ello sin caer un solo momento en preceptos moralistas, cada personaje ofreciendo una arista diferente del matrimonio Amsalem, sospechándose de la veracidad que cada uno declara en el curso del juicio, el cual su duración es recreada por cortos viajes en el tiempo que recrea el paulatino desgaste de Viviane y Elisha. Ella, alguien independiente y expresiva. Él, estoico y reservado.
De manera paulatina, adquiere complejidad psicológica y guía a la reflexión de cada uno de los roles masculinos y femeninos arraigados, como la superioridad machista en lo que considera es la imagen del marido ideal, la insatisfacción que esconde la mujer incapaz de manifestar sus verdaderas opiniones, el sistema político favorecedor del hombre que rige a una sociedad y el desempeño de las autoridades religiosas, incapaces de determinar si se cristaliza o no un divorcio de acuerdo a sus preceptos.
A su vez, el relato es un juego de tradicionalidad y liberalismo: el apego al matrimonio sin importar si existe la felicidad, el seguimiento a las predicaciones religiosas, la búsqueda de un divorcio sin importar las consecuencias sociales que acarree para una mujer y los mismos estigmas de la soltería que es mal vista por la sociedad.
Ronit Elkabetz ofrece un destacado trabajo en el papel de Viviane, la estilista que ha reprimido mucho descontento a lo largo de su matrimonio, con tanta inconformidad y tristeza que lo único que le queda es obtener la separación oficial del marido para acariciar la libertad personal. Como su contraparte, la interpretación de Simon Abkarian es bastante meritoria como Elisha, quien se resiste a dejar ir a la esposa, temeroso de que otro hombre se fije en ella, sintiendo su dignidad masculina caer por las acciones que no comprende de su pareja.
Con una realización austera de buen ritmo que transmite intensidad gracias a las actuaciones del elenco y al desenvolvimiento de su trama, “El Juicio de Viviane Amsalem” es una de las cintas que se atreve a retratar un aspecto poco usual dentro de la sociedad de Israel y coloca en la mira a un cine poco visto alrededor del mundo.