Intérpretes: Yon González, Blanca Suárez, Julián López, Pepe Sacristán.
Guión: Antonio Sánchez, David S. Olivas, Oriol Capel y Nacho G. Velilla.
Director: Nacho G. Velilla
Nacionalidad española.
Duración: 102 minutos.
Al fin una cinta española que trata de la emigración actual de jóvenes a otros países para encontrar un futuro, en este caso a la gran Alemania, aunque podría hacerse otras películas con otros destinos como Sudamérica, Centroamérica u otras partes de Europa. Jóvenes españoles bien preparados, con carreras universitarias, que se tienen que buscar las lentejas en otros sitios con mayor prosperidad que esta España que se está volviendo gris, pobre y neurótica, y llena de desigualdad.
Pero tampoco hay que olvidar a todos aquellos jóvenes, y no tan jóvenes, sin estudios que emprenden el viaje y de los que no habla esta cinta Perdiendo el norte, y que se cuentan a miles.
“Perdiendo el norte”: comunidad española en Alemania
Esta tercera comedia de Nacho G. Velilla (después de Que se mueran los feos (2010) y Fuera de carta (2008)) pretende ser una mirada divertida sobre la emigración de dos jóvenes al país de Ángela Merkel, uno guapo y experto en economía y administración de empresas (Yon González), y el otro (Julián López) un químico con mucha experiencia, pero sin olvidarse del puntito dramático y sentimental que toda emigración conlleva.
Allí, en Alemania, se encontrarán con otros jóvenes españoles y hasta con un arisco pero entrañable anciano interpretado por José Sacristán, emigrante de los años 60.
“Perdiendo el norte”: gran oportunidad perdida
El asunto es que Velilla ha perdido una gran oportunidad para hacer una buena cinta, que contenga humor y reflexión, con este tema tan candente, interesante y doloroso.
Ya en sus dos comedias anteriores el director (experto en dirigir capítulos de series televisivas como Aída) defraudó con dos películas sin demasiada gracia y demasiado convencionales. Y aquí, en Perdiendo el norte vuelve a entregar al público una comedia con situaciones poco elaboradas, demasiado tópicas –incluida la relación amorosa entre Blanca Suárez y Yon González que resulta muy convencional–, logrando así que la cinta sea poco interesante y se le olvide pronto al espectador.
A la película le falta verdadero peso y gracia, nada brilla ni sobresale en ella. Lo mejor los títulos de crédito finales con el inimitable Julián López.