La Orden del Temple, o de los Pobres Caballeros de Cristo, fue fundada en el año 1119 por Hugues de Payns. Su propósito original fue proteger a los peregrinos que viajaban a los Santos Lugares: Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela. Fueron la avanzadilla de los cristianos en las primeras Cruzadas,  y su valor y destreza en el campo de batalla hizo que su prestigio se multiplicara. Estos monjes guerreros, que tenían voto de castidad, pobreza y obediencia, llegaron a acumular enormes cotas de poder económico dentro de la cristiandad, siendo un estamento protegido por los monarcas de la época.

Fueron también los precursores de la banca moderna, y crearon un sistema de pago similar a lo que hoy conocemos como los cheques de viaje. El Papa Clemente V, junto al Rey Felipe IV de Francia, planearon acabar con estos monjes guerreros e iniciaron una persecución que culminó el día 13 de octubre del año 1307, en París, con la quema en la hoguera de los maestres de la Orden, acusados bajo tortura de graves delitos como blasfemia, sodomía y herejía. Jacques de Molay, gran Maestre de la Orden de los Templarios, lanzó su maldición antes de morir en la hoguera: “Papa Clemente, juez inicuo y cruel verdugo, caballero Guillermo de Nogaret, rey Felipe, antes de un año os emplazo a comparecer ante el tribunal de Dios. ¡ Sed malditos vosotros y vuestra descendencia!. En menos de un año, los tres mueren en extrañas circunstancias, la maldición del Temple parece cumplirse.  

 Los templarios construyeron ermitas, castillos e iglesias en lugares estratégicos. En la península ibérica se encuentran muchas de sus construcciones en el Camino de Santiago, con el propósito de dar protección a los peregrinos que buscaban en el final de la tierra el perdón y el inicio de una nueva vida. Uno de estos lugares es la iglesia de San Bartolomé de Ucero o, como algunos historiadores denominan de San Juan de Otero, en el Cañón del Río Lobos. Situada justamente en el paralelo 42, por el que discurre el Camino de las Estrellas o de Santiago, en este paralelo se encuentran otras edificaciones religiosas de excepcional importancia a lo largo de la tierra, como los montes sagrados de la Hélade, el monte Ararat, el Agharta e incluso Roma.

Pero lo más enigmático de su localización es que esta ermita se encuentra justo a la mitad de distancia entre los dos puntos más septentrionales de la península ibérica, los cabos de Finisterre y Creus, a una distancia idéntica de 527,127 km, según medición de la NASA.  

 A pesar de su sencillez, la iglesia de San Bartolomé  tiene  muchos rasgos propios de las construcciones de la Orden. En sus canecillos se pueden ver crismones de una agrupación de constructores, gremio este de suprema importancia dentro de la Orden. La pata de paloma, símbolo de los maestros canteros, aparece tallada en las piedras de la iglesia.  Algunos historiadores afirman que, en la noche de San Juan, se puede ver desde este espectacular paraje la constelación de Sagitario, señalando al norte la Vía Láctea o, lo que es lo mismo, el Camino de Santiago.   

La localidad soriana de El Burgo de Osma poseé una excelente oferta hotelera de calidad y una gastronomía propia al alcance de todos los bolsillos que, junto a la visita del enclave templario, son una opción ideal para una escapada de fin de semana.

A poco más de dos horas de viaje desde Madrid, cerca de El Burgo de Osma, existe un lugar mágico y repleto de historia. San Bartolomé de Ucero, la ermita templaria del cañón del Río Lobos, bien merece una visita.