“Happy End”, del realizador Michael Haneke, es una oscura y predecible disección de la destrucción de las entrañas de una familia burguesa, delineando la delgada línea del suicidio y la insatisfacción. Estelarizan Isabelle Huppert, Jean- Louis Trintignant y Mathieu Kassovitz.

La mezquindad de la sociedad es un aspecto inherente en su genética que la guía a reincidir en importantes problemas sociales como el racismo y la depresión, ineludible en muchas ocasiones, pero que invita a la reflexión, iniciando con el asomo al núcleo de la familia.

“Happy End” (2017), además de abarcar las máscaras que guardan los integrantes de una familia burguesa ante sus verdaderas acciones cotidianas, resalta también las oscuridades humanas y una disección hacia la apariencia que guarda la percepción de la felicidad y los claroscuros de las personalidades.

Trama de “Happy End”: La máscara de la familia Laurent

Los Laurent, una familia acomodada de la región de Calais, poseen una empresa ubicada a un lado de campamentos donde viven miles de refugiados. Tras un accidente con el que se ve involucrado el negocio familiar, sucederán una serie de acontecimientos que mostrarán el lado oscuro de sus integrantes, sus infelicidades y el juego de las apariencias humanas.

Happy End (2017) filmbook21 tumblr

Crítica de “Happy End”: Una predecible, reciclada y oscura destrucción familiar

Con “Happy End”, el realizador Michael Haneke continúa cavando en las complejidades que llevan a cometer actos sórdidos por curiosidad, intolerancia al prójimo y el desencanto a los acontecimientos en la vida. A su vez, ironiza las apariencias que guardan los Laurent ante la sociedad, séase con los múltiples intentos de suicidio por parte de Georges (Jean- Louis Trintignant), fastidiado de sus condiciones limitadas de vida o Thomas (Matthieu Kassovitz), exitoso médico que a pesar de tener una sólida relación con su esposa, oculta un clandestino affaire en sus redes sociales que será objeto de cuestionamiento sobre su felicidad.

Rescatando al recurso tecnológico como instrumento capaz de capturar malicia ante situaciones y que despierta el instinto violento del humano, como la cámara de video que graba curiosa e inobjetable en “El Video de Benny” (Benny´s Video, 1992), el relato utiliza al Smartphone como el medio para que la joven Eve (Fantine Harduin) ventile su propia insatisfacción y desagrado hacia su entorno familiar, como el envenenamiento hacia una mascota para comprobar la potencia de los somníferos, provocando la intoxicación a la propia madre por la que siente hartazgo y lejanía.

Si bien el recurso se percibe un tanto sobrado, ayuda a enfatizar un sarcasmo hacia la muerte y el desencanto por vivir, acompañada de su observación sobre la inmigración europea. El trasfondo social muestra a la burocracia que impera sobre el más necesitado, siempre saliendo beneficiada a pesar de adversas circunstancias al evadir demandas con arreglos económicos, sin importar que el hombre del accidente que debe resarcir en daños Anne (Isabelle Huppert) por un error laboral de su hijo Pierre (Franz Rgowski). El muchacho, al caer en una depresión, se encargará de incomodar al entorno burgués al incluir a inmigrantes africanos en una fiesta privada, mostrando a la xenofobia como detonante de actos fríos e inesperados que rememoran a la frialdad infantil y comunitaria de “La Cinta Blanca” (Das Weisse Band, 2009).

Si bien entrelazó un inadvertido universo cinematográfico con la debacle física y la desesperación ante su atestiguamiento en “Amor” (Amour, 2012), con “Happy End”, Michael Haneke otorga una inclemencia al retrato de las brechas generacionales, la tecnología, la oscuridad humana y el juego de apariencias que ocultan la infelicidad y la decepción, rezagada enormemente por la inconexa ensalada de ideas recicladas del realizador, con sucesos predecibles que nunca funcionan en conjunto y no son incisivos con su crítica social representada.