Crítica de ‘En realidad, nunca estuviste aquí’: thriller áspero de calidad

La última película de Lynne Ramsay, el sórdido thriller En realidad, nunca estuviste aquí, es una excelente película que se apoya en su espectacular puesta en escena y en la visceral interpretación de su protagonista, Joaquin Phoenix. Una propuesta que enlaza una tradición narrativa propia del género negro con elementos propios de un cine autoral del que Ramsay siempre ha sido una muy interesante representante. La película, además, llega con dos premios obtenidos en el último festival de Cannes: el de mejor guion y el de mejor interpretación masculina para Phoenix.

Joe, un veterano de guerra trastornado, vive gracias a un particular trabajo: es contratado para rescatar niñas que han caído en redes de pederastia. Una ocupación tan poco convencional se ve complementada por una rutina doméstica no menos peculiar: vive con su madre, una mujer cariñosa pero que arrastra sus propios traumas. Cuando recibe el encargo de encontrar a la hija de un senador, Joe no imagina que se verá involucrado en una trama que no alcanza a comprender… Esta es, en resumidas cuentas, la sinopsis de En realidad, nunca estuviste aquí, la última obra de la directora Lynne Ramsay, y que supone una muestra más de la estilización que se halla presente siempre en su cine. En otras palabras: la forma de la película, su estilo, está, si no por encima, al menos al mismo nivel de importancia que lo relatado.

En realidad, nunca estuviste aquí ha sido descrita como un cruce entre Taxi Driver y Drive. Esa comparación supone un excelente punto de partida para la crítica de la película. El comentario, tan gráfico como certero, señala las principales cualidades de una película que, por desgracia, no alcanzará el grueso del público que merece.

¿En qué se parece En realidad, nunca estuviste aquí a Taxi Driver?

La película de Martin Scorsese fue un referente de un determinado tipo de cine y, con el paso de los años, una auténtica obra de culto. Sin entrar en mayores profundidades, la historia del taxista perturbado por la guerra de Vietnam guarda evidentes similitudes argumentales con la película de Ramsay. En realidad, podría considerarse el filme protagonizado por Joaquin Phoenix como una actualización posmoderna de la icónica película de Robert de Niro: allí donde Taxi Driver era pura materialidad fílmica, donde la presencia de Scorsese se hacía patente en esa rugosidad plástica tan magnética como incómoda, la película de Lynne Ramsay apuesta por un perfilado de la puesta en escena mucho más fino. Si Scorsese era un guerrillero que rodaba desde las entrañas, Ramsay es una estilista que filma desarrollando un estilo.

Y, por supuesto, el paralelismo entre Travis Bickle y Joe es palpable. Pero con una diferencia notable: mientras que el protagonista de la película de Scorsese afrontaba una redención completamente esquizoide, centrando sus objetivos en políticos para él inmorales y en jóvenes que le temen más a él que a sus presuntos agresores, el personaje de Joaquin Phoenix se embarca en una tarea objetivamente positiva: salva a niñas de redes de pederastas. En una habitual (aunque arriesgada) subordinación de los medios al fin, Joe descarga su martillo contra monstruos. Esa diferencia moral, sutil pero crucial, abunda en la cualidad de En realidad, nunca estuviste aquí como renovadora posmoderna de Taxi Driver.

Relaciones entre En realidad, nunca estuviste aquí y Drive

El thriller de Nicolas Winding-Refn sentó las bases de una tendencia estética dominada por el neón y la música electrónica, amén del hieratismo de sus personajes. Es innegable, por lo tanto, la influencia que Drive ejerce sobre la película de Ramsay. La cuestión, en este caso, es cómo esta última se aleja de un patrón tan sumamente poderoso para no suponer una copia más o menos afortunada. Lynne Ramsay, más allá de su poderoso estilo visual, lo consigue gracias a una estrategia muy oportuna: ensuciar, en cierto sentido, su propuesta.

Drive era una obra indudablemente cool, incluso sus arrebatos de violencia eran tratados desde una sofisticación estética muy elaborada. Por desocntado, su protagonista, el lacónico conductor interpretado por Ryan Gosling, era insoportablemente “guay”. En realidad, nunca estuviste aquí juega una baza completamente distinta: el personaje de Joaquin Phoenix es una fiera a punto de desbocarse definitivamente en todo momento, es desaliñado y áspero, muy alejado de esa estética tan cuidada de Gosling. Además, la textura de su día a día se encuadra en una dinámica mucho menos elegante que Drive.

Y, claro está, las imágenes de violencia. En ambas películas hay secuencias violentas, crudas, sangrientas. Pero si en Drive la cámara lenta y el juego con los planos la ponían en un estético centro de la imagen, en En realidad, nunca estuviste aquí se utilizan subterfugios para eludir la mostración inmediata de la violencia (cámaras de circuito cerrado, fueras de campo, etc.). Una manera muy evidente de diferenciar ambas formas expresivas.

Joaquin Phoenix, el actor que encierra a la bestia

Un último apunte sobre las cualidades de la película: el portentoso trabajo de su protagonista, Joaquin Phoenix. Después de trabajar con algunos de los principales cineastas de Hollywood (Paul Thomas Anderson o Woody Allen, entre otros), Phoenix alcanza aquí una de las cimas de una carrera trufada de interpretaciones sobresalientes. En este caso, una introversión verbal imponente se conjuga con una expresión corporal y gestual impresionantes, en una composición que encaja a la perfección el cuerpo del actor con la propuesta estética de la película.

Así pues, En realidad, nunca estuviste aquí se revela como una excelente película, que bebe de varias influencias para construir un discurso audiovisual que trasciende sus referencias para erigirse en sí mismo en un espejo en el que mirarse. Un espejo que devuelve el rostro devastado de Joaquin Phoenix, y al que merece mucho la pena asomarse.

 

 

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