Crítica de “Blade Runner 2049”: La extensión neo-noir de Denis Villeneuve

“Blade Runner 2049”, del realizador Denis Villeneuve, es un reflexivo punto de vista sobre el cuestionamiento del origen de la vida y del propósito existencial, con un destacado aspecto visual. Estelarizan Ryan Gosling, Harrison Ford, Ana de Armas y Jared Leto.

La década de los ochenta fue significativa para la ciencia ficción en el ámbito cinematográfico, con diversas propuestas que lograron consolidarse como cintas de culto, como los casos de un post-apocalipsis provocado por la confrontación entre el hombre y las máquinas en “Terminator” (1984), la conclusión de la primera trilogía de “Star Wars” (1980 y 1983) y las consecuencias de la ambición científica en “La Mosca” (The Fly, 1986).

Blade Runner” (1982) marcó también un hito gracias a una aproximación distinta a la reiteración de la acción usual del género, una en la que los tintes del cine noir de los cuarenta y la reflexión con respecto a la existencia humana prepondera en el relato, acompasado con un estilo cyberpunk que definió la recreación de una distopia consumida por los avances de la tecnología.

Su secuela, “Blade Runner 2049″ (2017), logra diferenciarse un poco al expandir la visión del realizador británico Ridley Scott, además de preservar el aborde filosófico sobre la vida y el motivo por vivir.

Trama de “Blade Runner 2049”: La vida y los androides

K (Ryan Gosling), un Blade Runner en funciones, descubre un secreto concerniente a la reproducción que podría finalizar con el caos que reina en una sociedad dividida por humanos y androides. Sus investigaciones lo llevarán con Deckard (Harrison Ford), un antiguo Blade Runner desaparecido.

Crítica de “Blade Runner 2049”: Bella y reflexiva perspectiva de la existencia

Ciencia ficción Denis Villeneuve

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El realizador Denis Villeneuve ubica a “Blade Runner 2049” treinta años después de los acontecimientos de su predecesora, resaltando la división entre humanos y androides, los estragos de las clases sociales y la frialdad en los individuos gracias a una tecnología representada en el dominio de la robótica sobre sus cuerpos y los vehículos voladores que resalta la decadencia terrestre.

El guion de Hampton Fancher y Michael Green ofrece una perspectiva racional que expande el mundo de “Blade Runner” sobre la importancia de la preservación de una especie, acompañada por un tono neo-noir concerniente a la amenaza generada por el desarrollo de la investigación, reflejado en las intrigas policíacas desatadas por puestos de autoridad, en la presencia de la lluvia y en la oscuridad que rodea a la ciudad.

Villeneuve, retomando el corte reflexivo de “La Llegada” (Arrival, 2016), aporta atisbes humanos sobre la maternidad y la concepción de la vida como los encargados de redimir y prolongar la existencia de una sociedad, resaltado el contexto con Sapper Morton (Dave Bautista), el replicante médico que creen en los milagros surgidos en circunstancias imposibles. A su vez, la representación de los alcances del poder se establece con Wallace (Jared Leto), quien reemplaza al corporativo Tyrell como el encargado de crear y de jugar de manera indiscriminada con la genética, aspecto que detona una crítica sobre la ambición por ejercer roles acordes a la naturaleza, al atentar contra la libertad de decisiones con androides sometidos a la voluntad del propietario, como el caso de la despiadada Luv (Sylvia Hoeks).

Los sucesos guían a K a reflexionar sobre el cuestionamiento del propósito de la identidad personal, reforzado por la presencia de Joi (Ana de Armas), la pareja sentimental y contraparte femenina que es un androide evanescente, encargado de otorgar al agente un sentido de existencia y confidencialidad que terminará por determinar el sentimiento ante la racionalidad. Este último aspecto es resaltado por Joshi (Robin Wright), la líder policiaca que recalca la importancia del cumplimiento del deber por encima del sentimentalismo.

El empoderamiento visual resalta los altibajos de la sociedad a través de una variabilidad de paletas de colores, como la convergencia del blanco y el gris que representa la introspección y los tonos neón que brillan sobre la solitaria noche gracias a la fotografía de Roger Deakins, acompañada por los tintes de violencia que llegan un poco a la brutalidad, este último aspecto similar al éxodo de lucha contra las drogas de “Sicario: Tierra de Nadie” (Sicario, 2015).

La sensación de tributo a “Blade Runner” es evidente en la temática y en la recreación futurista, rescatando a un envejecido Deckard, aquejado por la pérdida. Sin embargo, algunos personajes claves del filme de Ridley Scott sobran un poco en presencia, haciendo un tanto innecesaria y reiterativa la extensa duración del relato, sin que Wallace genere peligro como el némesis que acecha a los androides.

“Blade Runner 2049” no cuenta con el impacto de su predecesora ni goza de la misma redondez en su filosofía existencial, pero logra expandir de manera meritoria y bella las posibilidades narrativas y visuales de la distopía cyberpunk, agregando también su punto de vista sobre los misterios de la muerte y la inexistencia, llevando a un precepto moral sobre las decisiones basadas en las creencias personales.

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Blade Runner 2049
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