El espectador que se acerque a la sala de cine esperando encontrar en Ad Astra una superproducción convencional y comercial de acción y suspense ambientada en el espacio (al estilo de Gravity o Life), quizá esta cinta no cumpla del todo sus expectativas. Y es que el joven director estadounidense de ascendencia judía James Gray (Nueva York, 1969) se ha destacado durante toda su carrera por realizar un cine que nunca ha olvidado el aspecto comercial, pero que siempre ha brillado por su sello de autor, por ofrecer al público una profundidad en sus relatos y sus personajes que nunca ha pasado desapercibida, logrando obras tan maduras, cuidadas y potentes como trascendentes y complejas, en un continuo intento de reinterpretar los géneros clásicos, queriendo ir siempre más allá.
Gray cuenta esta vez en Ad Astra, su séptimo largometraje, la historia de Roy McBride, un reputado astronauta en crisis encarnado por Brad Pitt, al que se le encarga la misión de viajar a Marte para enviar un mensaje al capitán de una nave que partió hace unos años para explorar el universo con el fin de encontrar vida extraterrestre, y que se denominó como Proyecto Lima, y a la que se había dado por desaparecida, ya que se cortó toda comunicación con la Tierra. Unas extrañas tormentas eléctricas que se producen en Saturno y que sacuden a nuestro planeta, harán pensar que aquella nave aún continúa en activo, ya que allí fue donde se perdió el contacto. La labor de este astronauta será bastante especial, pues el capitán de aquella misteriosa nave y de aquella misión no era otro que Clifford McBride, su padre, interpretado por Tommy Lee Jones, al que ya había dado por muerto. Y su viaje se convertirá en toda una experiencia que le cambiará la vida.
Una historia íntima y moral
La intención del director ha sido lograr una cinta inquietante, perturbadora, poética, misteriosa. Y sobre todo espiritual. Se podría decir que se trata de todo un viaje iniciático, una auténtica vital, al mismo corazón de las tinieblas conradianas, pero esta vez en medio del espacio. Para ello, las influencias del Kubrick de 2001: Una Odisea en el espacio, y la de Terrence Malick, le sirven para intentar conseguir un relato existencial, dramático, grave y trascendente en la que brillan la búsqueda interior como también la exterior.
Porque Ad Astra no solo se queda en el reflejo de un viaje y de un vértigo internos, sino también es un relato que reflexiona sobre nuestra necesidad de hallar un sentido cósmico, en una clara búsqueda de aliviar nuestra soledad.
Y se podría decir que Ad Astra, esta cinta peculiar de ciencia ficción llena de silencios, lo consigue. Y así conseguirá satisfacer a cierto público con su propuesta llena de reflexión, poesía y misticismo, ya que es obvio que no es para todo tipo de público. Con una estupenda fotografía (visualmente muy cuidada), un destacables trabajo actoral, es una más que interesante y recomendable obra que fluye a ritmo pausado, que logra no dejar indiferente, y que conduce al espectador a vivir una experiencia íntima. Confirma una vez más que Gray es uno de los jóvenes directores norteamericanos más destacables, con una ya admirable obra a sus espaldas (Two Lovers, El Sueño de Ellis, Z. La Ciudad Pérdida, entre otras) y con un futuro más que prometedor. Porque se trata de un inteligente y talentoso cineasta (que lo ha aprendido todo de Coppolla, según él mismo ha confesado) y de un destacable guionista que sabe contar historias repletas de solidez y sensibilidad, repletas de buen gusto, y que merece más reconocimiento del que por ahora ha conseguido.
Ficha técnica:
2019
Coproducción Estados Unidos, Brasil y China.
122 min.
Guion: James Gray y Ethan Gross.
Música: Max Richter y Lorne Balfe.
Fotografía: Hoyte van Hoytema.
Interpretes: Brad Pitt, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, Liv Tyler.