La mayoría de las tradiciones ligadas al árbol de Navidad no tiene raíces cristianas, la iglesia apoya con mucha más vehemencia la simbología del pesebre, aunque su nacimiento es posterior al del árbol. El pesebre nace en el siglo XIII con San Francisco, mientras que el primer árbol adornado se le atribuye al misionero inglés Bonifacio en el siglo VIII.

El árbol es considerado un símbolo de vida por todas las culturas. Esta tradición está muy arraigada sobre todo en los pueblos ligados a las fuerzas de la naturaleza. Para los celtas el árbol es un medio para celebrar el “culto de la luz” en el día del solsticio de invierno, la noche más larga del año. El árbol simboliza la esperanza del renacer en momentos oscuros y la invocación de la luz a través del nacimiento de Jesús.

El término “luz” se sustituyen en celta por ur, por lo que “culto di ur” general la palabra cultura. Cultura y árbol del conocimiento, más conocido como árbol del bien y del mal del jardín del Edén, están estrechamente ligados.

Por qué el abeto es el símbolo del árbol navideño

Abeto azul

Árbol de Navidad

El abeto es símbolo de la Navidad en todo el mundo. Este rol reside en las raíces de su nombre, en latín abies alba. A-bete es la composición de alfa y beta según el alfabeto griego, o de alef y bet, primeras dos letras del alfabeto hebreo y caldeo, respectivamente. Por lo tanto abeto significa “comienzo de todas las cosas” y Navidad (de natalis dies) “día del nacimiento”.

La forma del abeto se considera como una tendencia del árbol a alcanzar lo divino y se transforma en un intermediario puesto por el mismo Dios sobre la Tierra para lograr lo divino y terreno.

Leyenda celta sobre el origen del abeto

Según la cultura celta, desde el solsticio de invierno hasta el 6 de enero se quemaban ramas de roble (símbolo del año pasado) porque las chispas encendidas darían lugar a los días luminosos del nuevo año, mientras las cenizas se esparcían por los campos para favorecer las cosechas.

Cuenta la leyenda que el roble se transformó en abeto a partir de una historia que dice que un niño perdido en el bosque, cuando buscaba ramas para calentar su hogar, se refugió debajo del único árbol que tenía hojas y ramas para cobijarlo y así para pasar la noche. Este árbol era un abeto que abrazó al niño con sus ramas y lo protegió del frío. Era Nochebuena. A la mañana siguiente, cuando los padres buscaban al niño, vieron que él salía sano y salvo de abajo del árbol. En ese momento la nieve depositada sobre las hojas formaba cristales que con la luz del sol resplandecían. Desde aquel día el abeto se transformó en el símbolo de las Navidades, cubierto de adornos y luces que recuerdan el espectáculo visto aquel día por los padres y vecinos del niño.

Cuál fue el primer árbol de Navidad de la historia

No se sabe con certeza cuál fue el primer ejemplar de árbol de Navidad de la historia, dado que son varias las ciudades del norte de Europa que se adjudican el primado. En Riga, Letonia, existe una placa que afirma que el primer árbol fue adornado en esa ciudad allá por 1510. Otros testimonios dicen que en 1570 en Brema, Alemania, se decoró por primera vez un árbol para las fiestas navideñas con nueces, frutas secas y cintas de papel como símbolo del espíritu navideño.

El abeto adornado en el Vaticano

Fiesta de Navidad y pesebre en la plaza San Pedro, Vaticano.

Los primeros árboles de Navidad se adornaban en lugares públicos alrededor de los cuales se celebraban las fiestas populares. Recién en el siglo XVII en Renania, Alemania, el árbol de Navidad entra en los hogares. En cambio, en los países de religión católica la llegada del símbolo navideño a las casas se produjo en el ‘800.

Durante mucho tiempo la tradición del árbol de Navidad fue típica de las regiones protestantes, recién en el siglo XIX se difunde en los países católicos: en Austria aparece en 1816 y en Francia en 1940. Hoy la tradición del árbol de Navidad es universalmente aceptada en el mundo católico.

Tal es así que en 1982, durante el pontificado de Juan Pablo II, se adornó un gran árbol navideño en la plaza San Pedro en el Vaticano, centro del catolicismo. Desde ese momento, cada año una región diferente del norte de Europa dona un abeto para las fiestas navideñas.

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