No hay ninguna duda de que el joven madrileño Rodrigo Sorogoyen (1981) es uno de los cineastas españoles más interesantes y más potentes que se pueden encontrar en la cinematografía de este país. Es un director y un guionista repleto de talento y estilo, que sabe muy bien lo que quiere contar. Además es un cineasta de actores, que les concede mucha importancia y los sabe dirigir con mano maestra. Incluso posee la cualidad de no dejar indiferente al espectador con unas obras rotundas, intensas, sensibles y que fluye por ellas eso tan difícil de conseguir que es “verdadera vida”.
Así se comprobó en sus dos anteriores largometrajes Stockholm (2013) y Que Dios nos perdone (2016), la primera un estupendo drama romántico y la segunda una sobresaliente historia de género negro, en los que se mostraba como un director maduro, poderoso y ameno. Y se vuelve a comprobar en esta coproducción hispano-francesa El Reino que se estrenó en el pasado Festival de San Sebastián, siendo para muchos la mejor película de la sección oficial a competición aunque no se llevara la ansiada Concha de Oro.
El Reino: Una historia tan cercana
Hay que decir ya que El Reino es una de las grandes cintas españolas sobre la corrupción política de estos últimos años. Se trata de un thriller durísimo, terrible, necesario y totalmente descorazonador. Muestra directamente al público los engranajes de un sistema corrompido y delictivo, inmoral, en el que se mueve la clase política de este país, o buena parte de ella, y que parece que nunca tendrá una solución. Cuenta la historia de Manuel, un vicesecretario autonómico que tiene una carrera tan brillante que pronto dará el salto a la política nacional. Es el hombre señalado y querido para estar en los primeros puestos del partido y del poder. Pero esta situación dará un giro de 360 grados al verse imputado en una trama de corrupción en la que será uno de los grandes perjudicados, mientras los altos cargos quedan indemnes. Traicionado por sus compañeros y expulsado del partido, Manuel no quiere caer solo, y luchará con la sola compañía de su mujer y su hija para imputar al resto de miembros de su partido.
El Reino: Actores en estado de gracia
Y es que el espectador asiste impresionado y boquiabierto a todo lo que le va narrando esta cinta vigorosa y frenética, sobre un asunto del que ve casi todos los días noticias en los telediarios y que lee en los periódicos, en una trama que le engancha de principio a fin, que le revuelve las tripas y le entristece el corazón, y que afirma con rotundidad que nadie, ni los medios de comunicación, podrá hacer desaparecer nunca la corrupción que parece estar en la esencia y en la naturaleza no solo del sistema político sino también en el gen del ciudadano español.
Pero no hay que olvidar destacar, sería todo un pecado, el trabajo de todo el plantel de actores: con unos secundarios maravillosos e inolvidables y con un protagonista encarnado por Antonio de la Torre que borda su papel con total verosimilitud de corrupto traicionado en busca de justicia. No se puede imaginar a otro actor en este personaje tan amoral y vil, tan repulsivo, aunque también provoque cierta comprensión.
Tan desalentadora como impactante, tan nerviosa como reflexiva, tan humana como despiadada, la cinta es pura sangre hirviendo que deja sin respiración desde el primer segundo y que refleja sin filtros nuestras debilidades, nuestras miserias y el Poder en su sentido más amplio.
Una obra rotunda, sólida, de alto voltaje y soberbiamente rodada (fíjense en varios planos-secuencia) que afianza la carrera de un director que hasta ahora ha tenido con toda justicia el respaldo de la crítica y el público.
Año: 2018.
Duración: 122 min.
Copruducción Hispano-Francesa.
Guion original: Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen.
Música: Olivier Arson.
Fotografía: Álex de Pablo.
Reparto: Antonio de la Torre, Josep María Pou, Nacho Fresneda, Ana Wagener, Mónica López, Bárbara Lennie, Luis Zahera.