20.000 días en la tierra, desmontando a Nick Cave

La película 20.000 días en la tierra, de Iain Forsyth y Jane Pollard, se descubre como una apuesta original y sugerente en el género del documental musical. Una jornada en la vida del músico Nick Cave, que nos regala, desde la pantalla, su lado más intimista, fuente esencial para la creación de sus canciones.

El arraigo por contar las peripecias de los músicos, estrellas de rock sobre todo, con una narrativa documental clásica, tiene su contrapunto en la película sobre Nick Cave. La apuesta es una visión nada común del artista, transformado, del endiosamiento del escenario a la rutina de un ciudadano neutral. Que se despierta, come, escribe, ve la televisión. El Cave “documental” es analizado durante todo el metraje con la subjetividad de su propio personaje de ficción. La poderosa voz del rockero nutre de ideas la película y repasa, con la memoria desgastada por los excesos de alguna otra década, los confines de su ajetreada vida, allí donde se encuentra la verdadera naturaleza de su arte.

Nick Cave y su día 20.000

20.000 days on earth

nickcave.com

Nick Cave insomne. Varias hileras de monitores repasan, a toda velocidad y de modo fragmentado, las imágenes que han ido definiendo su vida hasta llegar al presente, donde el repiqueteo de un despertador consigue sacar al protagonista del ensimismamiento y ponerlo frente a su día 20.0000 en la tierra. Me despierto, como, escribo…

El músico australiano conduce atravesando la costa de la ciudad inglesa de Brighton, bajo un cielo azul al que no deja de observar, camino de su primera parada.

La grabadora acciona sus engranajes y registra las respuestas de Cave, pensativo en el diván. El psicoanalista aguijonea con incisivas preguntas, golpeando con acierto en la sensibilidad del músico que, sumergido en su memoria, su verdadera alma, confía sus recuerdos más íntimos.

Confuso, se marcha.

Habrá otras paradas. La visita a Warren Ellis, amigo, casi hermano, incansable compañía en cada álbum, en cada escenario. “He comido más veces contigo que con mi mujer”, apunta Ellis. Juntos reviven aquél concierto de Nina Simone. La memoria de Cave parece desenfocarse, pero allí está Warren que, con innumerables gestos y dosis de gracia, recuerda aquél acontecimiento que sembró en Cave la huella para entender el verdadero espectáculo en directo.

Pasando por el archivo gráfico, Nick revela sus inicios, desde la infancia en el coro parroquial a los primeros éxitos con la banda The birthday party. Las fotografías de archivo le llevan a Berlín, un pequeño cuarto empapelado de ideas, de pornografía y fetichismo, donde escribe sin parar y esculpe al monstruo que lleva dentro hasta darle forma de canción. Luego, el curioso encuentro con un tipo llamado Chris…

Las luces resplandecen en la oscuridad de Brighton. La última lluvia nocturna se pasea por la luna del coche de Nick Cave, que con ojos cansados se despide por un momento de sus fantasmas. Aparca y se adentra en la morada familiar, sube con premura las escaleras de una modesta casa inglesa. En el sofá, escoltado por un par de hijos adolescentes, devoran una pizza mientras miran la televisión, que ilumina unos rostros sonrientes. Última parada. Como, escribo, me despierto.

Nick Cave se transforma

La canción es heroica, piensa Nick mientras deja la puerta atrás. Con la astucia de un pequeño y travieso mocoso, escapa en silencio de casa. Un reflejo femenino en la ventana, retrato de su madre que revive Susie, su mujer, le contempla cruzar con paso tranquilo el verdinegro jardín hasta adentrarse en el sendero. En un entorno misterioso, cuento de terror infantil, la silueta de Nick camina por la arboleda, entre sombras y arcos de piedra. Reflexiona sobre el poder inmortal de las pequeñas ideas, aquellas que debemos conservar en el tiempo hasta verlas realizadas. El ciudadano comienza su transformación. 

Paralelamente, el público sube las escaleras del teatro. El aforo está completo. La banda, con Warren Ellis a la cabeza, se divide alrededor de la tarima. Para despojarse el polvo del camino improvisan algunos acordes de Jubilee Street, una de las mejores canciones que ha escrito Cave.

Una sombra llega al final del sendero, cruza el umbral y se adentra en el escenario. Es Nick Cave, que micrófono en mano acompaña a los Bad Seeds, su banda, entonando las primeras estrofas… “Me estoy transformando, estoy vibrando, estoy resplandeciendo… sí, mírame ahora”. En un hermanamiento con el público y los músicos, Nick consigue, una vez más, lo que perseguía, su verdadera transformación en artista. La letra es hermosa, desgarradora. Habla de ese mismo instante. Agitación en cada nota y voz seductora. Música del alma. El inmenso poder de su interpretación crea un vínculo de mutua devoción con el público más cercano.

Nick Cave in concert by Julio Enriquez

Nick Cave in concert by Julio Enriquez

Imágenes del pasado, cantando, interpretando, recorriendo los escenarios del mundo hasta llegar al  día 20.000. El día en el que desentierra sus fantasmas y los ronda en busca de respuestas. Desde las aristas de la memoria, alimentándose con sus inquietudes, se convierte en un taxista que interroga y es interrogado por el pasajero durante un recorrido fugaz. El concierto ha terminado.

También la película.

Cave frente al mar espera, al final no le interesa aquello que ya comprende o las palabras que ha escrito a lo largo de los años. Es un cazador incansable, un caníbal, y son las verdades que se alzan sin avisar, como el lomo de un monstruo marino… y después desaparecen las que hay que atrapar, desarrollar y transformar, desde ese lugar donde imaginación y realidad se encuentran, ese espacio único y personal que abre un nuevo mundo a los demás en forma de canción.

20.000 días en la tierra

Con que gratitud sorprende esta película. No se trata del clásico biopic de una estrella del rock, abultado de imágenes archivadas, actuaciones memorables y entrevistas con el protagonista y sus allegados, el filme, sin necesidad de renegar de todo eso, lo transforma, se desvía del camino seguro y se introduce por otros rumbos más indefinidos.

Es una road movie con varias paradas. Un viaje introspectivo y sombrío por el proceso creativo de un músico. El discurso de un hombre, Nick Cave, que se interpreta a sí mismo, utilizando su memoria para protegerse de cualquier tipo de complacencia, manteniendo viva la llama de su universo creador. Cuando ha llegado el momento, se ha atrevido con un autorretrato sin reparos, donde no esconde ni un aliento, y además, regala al espectador el lugar donde todo el amor, y las lágrimas y la dicha existen.

Acostumbrado a expresarse a través de la música o la literatura, existen, al menos, un par de novelas de su autoría, tampoco ha desperdiciado la oportunidad de dejar su huella en el cine. Impresionantes bandas sonoras, como The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford The Proposition, donde también firma el guión, corroboran ese carácter caníbal con el que Nick Cave se define al principio de la película. 

No tiene por qué gustar la música de Nick Cave para disfrutar 20.000 días en la tierra.  La película se concentra en el artista y no en su carrera musical. Aparte de un par de temas bien escogidos, que enriquecen por su elocuencia el contenido de la historia, no hay otra música que no sea la propia banda sonora original de la película. Es una cinta de iconografía universal, que puede deleitar a cualquiera interesado en el proceso creativo de un artista. Más emparentada con El sol del membrillo que con Searching for Sugarman, la película se revela como un movimiento impresionista de explosiva pureza cinematográfica. Y entra en la pantalla como lo hace una ola indomable en la playa de Brighton. Es tan poética, emocionante y rítmica que funciona como una buena canción. Como una de Nick Cave, por supuesto.

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