“Luces de la ciudad”, uno de los grandes títulos de Charles Chaplin

“Luces de la ciudad”, representa el mayor equilibrio entre drama y humor que consiguió Chaplin en su filmografía.

Cuando un vagabundo (el personaje habitual de Charles Chaplin) recorre las calles, conoce casualmente a una hermosa invidente que vende flores. A cambio de una de ellas, le entrega su último centavo. Por la noche, descansa bajo un puente junto al río, al que llega un millonario con la intención de arrojarse al agua, atándose una piedra, para suicidarse. Cuando el pordiosero se percata de sus intenciones trata de ayudarle, pero acaba cayendo él al río con el tipo al que pretende salvar. Ambos consiguen llegar de nuevo a la orilla. El nuevo amigo del vagabundo está borracho, y le invita a una juerga nocturna para celebrar el encuentro. Al acompañarle al día siguiente a su mansión, le presta a dinero para comprar todas las flores de la muchacha, y su coche para acompañarla a su casa, situada en un barrio humilde. La chica piensa que su nuevo amigo es un millonario. Pero al regresar a la casa de su compañero de juergas, éste se ha recuperado, y como está sobrio no se acuerda de él. y le pide a su mayordomo que le eche.

El vagabundo acude de vez en cuando a ver a la florista, y se entera de que está enferma. Un médico europeo podría ayudarle a recuperar la vista, si consigue dinero para llegar hasta el viejo continente. Para recaudar el dinero, consigue un trabajo de barrendero que no logra mantener mucho tiempo, y finalmente acepta el ofrecimiento de un boxeador, que consiste en amañar un combate, fingir que pierde, y repartirse los beneficios. Todo marcha sobre ruedas, hasta que un amigo avisa al púgil de que le persigue la policía. Éste huye precipitadamente, y su manager le sustituye por un fortachón.

“Luces de la ciudad” como microcosmos de los ciudadanos

Reseña de "Luces de la ciudad" de Charles Chaplin

“Luces de la ciudad”.

Es evidente que Chaplin corre un enorme riesgo al internarse en el melodrama. Al integrar los momentos dramáticos en su universo, crea un microcosmos que estudia la sociedad en su conjunto simplificando personajes arquetípicos, como se hacía en la antigua Comedia dell’arte italiana. Pero también tiene que simplificar el melodrama, pues se ve abordado a abordar el género con sencillez, quedándose en los sentimientos básicos. Y por tanto, corre el riesgo de hacer el ridículo. Es difícil imaginar a cualquiera de los muchos artesanos más o menos eficaces que nutren Hollywood, abordando una historia de amor entre un vagabundo y una florista ciega, que es en esencia lo que cuenta Luces de la ciudad, sin caer en el sentimentalismo más patético.

La idea central de la cinta se basaba en que la florista confundiera al vagabundo interpretado por Chaplin con un adinerado individuo de los que suelen comprar sus flores. Por eso le ofrece un clavel, e inicia una relación con él. Este detalle que tal y como se resuelve en el film parece tan sencillo ocasionó un grave quebradero de cabeza a Chaplin, que tuvo que parar el rodaje durante meses para inventarse cómo expresar esto sin diálogos. Al final, en un alarde de lucidez, al irrepetible cineasta se le ocurrió que la florista ofreciera flores a sus potenciales clientes, después de escucharles cerrando la puerta de su coche. En aquella época tener coche era un privilegio que indicaba bienestar económico. Cuando su personaje pasa cerca de la muchacha, se encuentra conque los coches están aparcados muy juntos y le impiden acercarse a la acera, por lo que no le queda más remedio que entrar en uno y atravesarlo. Cuando cierra, la florista le oye y cree que sale de su coche. Es uno de los grandes ejemplos de la imaginación visual del cineasta.

Una película muda en plena moda del sonoro

Dónde comprar el clásico de Chaplin "luces de la ciudad"

“Luces de la ciudad”.

Mientras Charles Chaplin preparaba el rodaje de esta cinta, se estrenó El cantor de jazz, la primera película sonora, y el sonido hizo furor. Tanto que la gente acudía en masa a los cines para ver aquellos tempranos “talkies”, que en su mayoría consistían en una sucesión de canciones, con un argumento mínimo, interpretaciones nefastas y ausencia de movimientos de cámara. Pero Chaplin pronunció unas inolvidables palabras: “Nunca haré una película hablada, y si la hago, interpretaré en ella a un sordomudo”. Y aunque con el paso del tiempo acabó haciendo magníficas películas sonoras, como “Candilejas”, “Monsieur Verdoux” o “El gran dictador”, durante mucho tiempo decidió mantener el estilo propio del cine mudo que le había convertido en una celebridad.

Lo cierto es que su característico humor procedía del vodevil, donde Chaplin se había forjado en su juventud, y donde podría haber hablado si hubiera querido. Pero el humor visual era su forma de trabajar. Así que después de pensárselo durante mucho tiempo, decidió rodar “Luces de la ciudad” tal y como estaba previsto, contra corriente. Eso sí, incluiría una banda de sonido con la música y efectos sonoros que le daban más gracia al film. Era una decisión muy arriesgada, pues las productoras pararon todos sus proyectos mudos, los sustituyeron por cine sonoro, y la gran parte de las estrellas no sobrevivieron a los nuevos tiempos. La fiebre del sonido era grande. Y aún así, obtuvo un gran éxito, y fue reconocido por la crítica como uno de los mejores films del año. Esto demuestra que el arte de Chaplin es universal e intemporal, y explica que su particular estética continúe funcionando hoy en día.

Por último, es obligatorio mencionar la banda sonora. El responsable del film fue llevado a juicio por el maestro Padilla, autor de “La violetera”, obra que por lo visto había copiado inconscientemente. Finalmente, las versiones actuales de la película incluyen a Padilla en los títulos de crédito, aunque inicialmente no era así. Como en otras ocasiones, Chaplin, un talento renacentista, era el compositor de la banda sonora, y su música se revela efectiva para la trama a pesar de que el plagio es evidente.

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