La ciencia de leer el pensamiento

La ciencia moderna permite leer parcialmente el pensamiento, lo cual está dando a los neurólogos una perspectiva sorprendente sobre la moral del ser humano

La posibilidad de leer el pensamiento de otras personas ha sido usada en numerosos argumentos de novelas y películas de ciencia ficción. Hoy, sin embargo, la lectura del pensamiento es algo que ha pasado del reino de la ciencia ficción a la ciencia real, al menos en parte. Y lo que los científicos ven cuando miran a la mente invita a la reflexión.

Desde hace bastante tiempo existía la teoría de que hay una correlación entre los flujos de sangre en el cerebro y la actividad neuronal. Sin embargo, solo se trataba de una teoría hasta que el neurólogo Nikos Logothetis llevó a cabo en 2001 un experimento con monos en el que demostró que había una fuerte correlación entre los flujos de sangre en el cerebro y la actividad electromagnética del mismo.

Técnicas como el MRI permiten observar la actividad del cerebro

Para ello utilizó una propiedad especial del MRI (la resonancia magnética). En concreto el hecho de que un MRI puede localizar con precisión en un espacio tridimensional, como el cerebro, ciertos tipos específicos de moléculas. Usando lo que se conoce como resonancia magnética funcional BOLD – por las siglas en inglés de “dependiente del nivel de oxigenación de la sangre” – es posible distinguir las áreas del cerebro en las que la sangre es rica en oxígeno de aquellas en las que el oxígeno se ha consumido. De este modo se puede tener una idea clara de qué áreas del cerebro se están usando y cuáles no.

Por otro lado, desde hace tiempo los neurólogos han establecido una relación clara entre ciertos procesos mentales y áreas concretas del cerebro. Así, hay capas de células nerviosas en la parte posterior de la cabeza que se activan cuándo miramos algo. O, por ejemplo, al masticar y saborear la comida otro área del cerebro se ilumina con actividad electromagnética. De modo que básicamente es posible decir, a grosso modo, qué está haciendo una persona mirando únicamente la actividad de su cerebro. Pero además, incluso si esa persona no está realizando la actividad concreta, sino simplemente imaginándola o pensando en ella, las mismas áreas específicas del cerebro se activan.

Leer el pensamiento mostró una relación entre el aprendizaje y la empatía

En un experimento, el neurólogo italiano Giacomo Rizzolatti trazó todos los lugares del cerebro que estaban involucrados con la actividad de lanzar una pelota. Después observó lo que ocurría en el cerebro de un sujeto que simplemente observaba a alguien lanzando una pelota. Curiosamente, las mismas áreas del cerebro se iluminaron. La parte del cerebro que participa en el lanzamiento de la pelota también está involucrada con la observación de ese lanzamiento. Esto significa, entre otras cosas, que las personas aprenden de una manera muy directa cuando ven a alguien realizar una actividad. El proceso de observar una acción produce cambios en el área del cerebro que es usada para realizar dicha acción. Las mismas conexiones entre neuronas se utilizan, se sincronizan y se crean más conexiones, lo cual facilita a posteriori emular la acción. Esta sincronización se extiende también a las expresiones faciales. Cuando vemos a otra persona hablar, a menudo nos sorprendemos a nosotros mismos emulando sus expresiones y su manera de hablar. Esto, a su vez, parece conducir a flujos sanguíneos en el cerebro similares, y patrones cerebrales comunes.

Ciertos científicos especulan que esto pueda ser, al menos de manera parcial, la causa de que ver sonreír a alguien ya nos haga felices: en nuestro cerebro se activan las mismas áreas que cuándo nosotros sonreímos. Y además, sigue la especulación, relacionarnos mucho con una misma persona supuestamente haría que nuestros cerebros se sincronizasen en mayor grado, aumentando la empatía hacía esa persona.

El hombre es un ser social y gran parte de nuestras vidas gira en torno a la relación que tenemos con otras personas. Ya de niños aprendemos básicamente observando e imitando el comportamiento de los adultos. El ser humano, lejos de ser individualista, está diseñado para observar a, aprender de y sentir como sus semejantes.

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¿Cómo explicar las conductas violentas si por naturaleza somos empáticos?

Y esto lleva a muchas otras especulaciones interesantes que hoy por hoy no tienen respuesta definitiva: ¿Es este mecanismo el responsable de la empatía? ¿Qué pasa si hay una ruptura de esta vía? ¿Podría explicar ciertas conductas patológicas? ¿Es la violencia y la crueldad contra nuestros semejantes una consecuencia de un funcionamiento no adecuado de nuestro cerebro?

Hay mucha gente que sin embargo piensa que la violencia es una parte básica de la naturaleza humana, y que nuestra tendencia natural es a ser crueles con nuestros semejantes. Numerosos filósofos han postulado que sin una base cultural de civilización que reprima nuestros instintos más básicos, ahora estaríamos matándonos.

Pero por otro lado la evidencia que los neurólogos están obteniendo al leer los pensamientos parece indicar que nuestros cerebros están conectados para producir conocimiento, para aprender de nuestros semejantes y sentir como ellos. Ciertos estudios parecen indicar que cuándo la violencia estalla lo más probable es que tenga su origen en una persona con un probable trastorno (temporal o permanente) que otras personas acaban imitando por empatía. Si ese individuo violento logra empatizar con otros, la violencia se extiende.

De momento todo son especulaciones. La polémica está servida, pero a mí personalmente me gustaría creer que en el fondo los seres humanos no somos tan malos. Al menos ese es mi pensamiento.

 

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