La infancia es el universo concentrado de ternura, de sorpresa, de bondad que nos invita a subir a su escenario. Los grandes, nosotros, en medio del ritmo cotidiano y ocupados siempre, diluimos ese niño que llevamos adentro y muchas veces olvidamos las emociones, la magia, el valor de compartir y disfrutar el presente.
Los niños llegan a nuestra vida a través de un camino principal, el amor. En la mayoría de los casos, con su arribo queda establecida la familia. Muchas veces y de acuerdo al momento que nos toca vivir, ese camino tiene senderos cortos o sorprendentes atajos y los niños no son los hijos, sino, sobrinos, primos, hijos de amigos y hasta vecinos.
Oportunidades del mundo infantil
En los tiempos complicados de trabajo y escuela, pocas veces encontramos el momento ideal. Recurrimos entonces al poder de transformar la rutina y convertir en mágicos los momentos del desayuno, del camino al colegio, la charla en el auto o el viaje en el subte. Tal vez en la cena, o en su cuento de buenas noches, podemos compartir las experiencias de los pequeños y comunicarnos desde el corazón. Todos conocemos la importancia de elegir calidad y no cantidad.
Estar dispuesto a la sorpresa, a comprender sus dolores y miedos, es aprovechar cada situación que se nos presenta para acercarnos a los niños.
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Comprender a los niños
Cuando las palabras no están o no se dicen, los pequeños logran trasmitir sus emociones y comunicarse a través de:
- Juegos, comunicación en movimiento. La herramienta vital para que los niños logren todo tipo de aprendizaje y también para adquirir destrezas. Más allá de los juguetes, la tecnología, los niños necesitan el afecto, el acompañamiento de los mayores.
- Dibujos, complementa el lenguaje, revela sus emociones y ayuda a entender su maduración personal.
- Canciones, forman parte de la memorización, incorporan alegría, ritmo a través de ellas y en muchos niños, nace una inclinación especial que se desarrolla con más estudios y dedicación.
Acompañarlos en la infancia
Como adultos, la responsabilidad encabeza la lista de prioridades. En ella se suma la educación, la manutención del niño, la disciplina. Entre las expectativas como padres, pocas veces nos planteamos su desarrollo emocional, o reflexionamos sobre su bienestar. Cambiar de actitud y tomar lo bueno y maravilloso de esta etapa nos colocará en el sendero de la alegría, de lo espontáneo, del disfrute, de la escucha atenta y así caminar al lado del niño. Con estas herramientas sencillas, podemos ayudarlos en su rutina, en la comida, en su colegio, en los progresos de cada día.
Cuando no son nuestros hijos, se puede interactuar y participar a través de ayuda solidaria, llevando ropas o alimentos a instituciones o grupos.
También se puede donar nuestro tiempo libre para leerles cuentos, para prepararles comida o cuidar cariñosamente de ellos en un hospital. Son momentos claves en sus vidas, que dejarán además de sonrisas, bienestar en nosotros también.
Cada día una nueva oportunidad
Lograr una buena educación, una vida plena, involucra valores, emociones y bienestar para todos. Es dejar fluir la energía positiva para sacar el polvo a nuestro niño interior y permitirle compartir un juego o comer caramelos. Es también permitirse la risa, la frescura y toda la emoción que tiene esta etapa. La sumatoria de estas acciones se traduce en ayuda para los otros y también para nosotros.
Combinar las dosis precisas de nuestro niño interior con la de padres valientes y responsables, no es tarea sencilla, pero intentarlo ya nos pone en camino.La vida está hecha de momentos felices y los niños nos dan la maravillosa posibilidad de hacerlos realidad, de vivir el presente con ternura y en positivo.
