Entrevista a Elena Garquin, autora de “Casualmente Valentina”

Hoy charlamos con la primera autora española publicada por la editorial Pàmies a través de su sello editorial Phoebe dedicado a la novela romántica.

“Sobre todo, nunca le pareció legítimo que la vida se sirviera de tantas casualidades prohibidas a la literatura, para que se cumpliera sin tropiezos una muerte tan anunciada” aseguraba el genial García Márquez. ¿Es la casualidad la fuerza motriz que une a los protagonistas de tu novela?

Elena Garquin

Autora de ” Casualmente Valentina”.

– Creo más bien que es el amor inducido por unas grandes dosis de casualidad. Si esta no se diera, es muy poco probable que un cacique del siglo XIX se fijara en la humilde empleada de una posada que ejerce de burdel cuando la ocasión lo requiere. Ahora bien, si dejamos a un lado la atracción física y las emociones que derivan de ella en el transcurso de la historia, yo te diría que toda la novela está llena de casualidades. Es una casualidad que Rafael y Valentina se conozcan en las circunstancias en las que lo hacen, y sigue siéndolo muchas de las situaciones que se encuentran y que aparecen en el momento más apropiado para crear más unión entre ellos. Podría parecer exagerado lo que estoy diciendo. Incluso podríais pensar eso mismo mientras estáis leyendo CASUALMENTE VALENTINA pero, si lo pensamos bien, todo lo que nos ocurre a lo largo de un solo día, o de toda nuestra vida, no es más que una cadena de hechos que te llevan a un desenlace. En resumen, un conjunto de casualidades ¿verdad?

Benavente, finales del siglo XIX. Una época que Elena Garquin parece haber masticado con mimo para sorprendernos con descripciones muy elaboradas. ¿Disfrutas más ambientando escenas en lugares que te son familiares como Benavente o descubriendo otros que te son ajenos como los Tuareg?

– En Tuareg, tuve que partir de cero para documentarme, pero disfruté de cada detalle descubierto, tanto en lo referente a costumbres como en el marco meramente físico donde colocar la historia de amor de Beatriz y Tahir. Con cada detalle, mi mente viajaba sin remisión al lugar en concreto, a la jaima de Tahir, al calor que proporcionaba a Beatriz en las frías noches del desierto y al alivio procurado ante el calor inclemente. Al peligro de animales y personas, y al que asediaba el corazón de Beatriz a base de amor.

Sin embargo, en Casualmente Valentina partía de un escenario que conocía, como es mi ciudad. Es cierto que la estructura actual de Benavente tiene muy poco que ver con la que seguramente existiría a finales del XIX, pero contaba con una ayuda inestimable: por un lado, buena parte de los edificios descritos en la novela aún se conservan. Por otro, muchas de las expresiones que utilizan los personajes, tanto principales como secundarios, las rescaté del lenguaje coloquial que empleaban mis abuelos, mis padres y, por qué no decirlo, yo misma en alguna ocasión.

En definitiva, sin con Tuareg calmé mi curiosidad de escritora con descubrimientos inesperados, con Casualmente Valentina paseé por las calles por las que suelo pasear, escuché la música del organillo y el batiburrillo de la gente que se dejaba ver en plenas ferias de Septiembre, olí el aroma de las almendras garrapiñadas… Me sentí como en mi casa.

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Si algo distingue a Elena Garquin es la importancia que otorga en sus novelas a los personajes secundarios. En “Casualmente Valentina” hay personajes que dan muchísimo juego y hacen la lectura más ágil. ¿Cúál de ellos se identifica más con la autora?

personajes de la novela de Elena Garquin

Secuencias de la novela “Casualmente Valentina”.

– Eso es como preguntarle a una madre a cuál de sus hijos quiere más, jajajajaja!! Para mí, los secundarios son una parte muy importante del alma de una historia. El hilo conductor, las “tijeras” que pueden cortar una determinada línea o dejar que los protagonistas caminen por ella. Hasta ahí llega su poder.

Parto de la idea de que toda autora plasma mucha parte de ella en sus novelas. No solo en los protagonistas, sino también en los secundarios. No solo en los nobles de corazón, sino también en los retorcidos y malvados, porque toda persona viaja con sus luces y sus sombras por la vida.

Por eso, yo diría que me identifico con todos porque tengo un poco de cada uno. Y todos los rasgos que los definen son, para mí, incluso comprensibles, aunque no los comparta. Desde la picardía y la sabiduría adquirida a palos que muestra Adela, hasta la ambición desmedida de Chacón, pasando por la fidelidad incondicional de Santiago Canales, o la lucha entre el corazón y la razón que lleva a Claudia Guzmán a actuar como lo hace. Y si me apuras un poco, incluso vería a ciertas personas reflejadas en la necesidad material que lleva al espía a traicionar a Rafael como lo hace, o en el servilismo incondicional y a un tiempo interesado, que mueve los actos del Tuerto.

Y al igual que yo, seguro que muchos de mis lectores habrán encontrado paralelismos entre mis secundarios y ciertas personas de hoy en día. En muchas cosas, el ser humano no ha evolucionado tanto como pensamos…

Los rasgos de personalidad que caracterizan a las mujeres que protagonizan tus novelas son la seducción, la soberbia y, especialmente la fortaleza. Mujeres que se han hecho a si mismas, y que no acostumbran a cumplir con los cánones de la época. ¿Crees que el papel de la mujer en la sociedad se encuentra suficientemente valorado?

– Rotundamente no. Y no sé si alguna vez lo estará. Cierto es que en épocas pasadas las reglas sociales regían por completo el comportamiento de la mujer. La alienaban y la sometían al poder masculino porque, sencillamente, las reglas del mundo las hacían los hombres.

Una mujer de entonces nunca era mayor de edad tal y como hoy comprendemos el concepto. Estaba supeditada a la voluntad de un hombre para heredar, para hablar, para vivir. Si no era un padre, era un hermano, un tío, un marido, incluso un hijo o, en defecto de todos ellos, un tutor legal.

Ahora bien, eso no quiere decir que ellas no tuvieran temperamento e iniciativa. Estoy convencida de que andaban sobradas de ambas cosas. Pero tenían que esperar el «permiso» del hombre para poder demostrar tanto su carácter como su inteligencia.

Mis mujeres tienen la inmensa suerte de contar con hombres que, pese a demostrar su poder como tales, les permiten desarrollar una parte muy importante de su personalidad. Sexualidad incluida. Supongo que entonces habría mujeres a las que su «primera vez» les supondría un trauma de por vida, y otras que lo tomarían como un delicioso descubrimiento del que disfrutar.

Yo prefiero pintar a mis heroínas ignorantes ante esos temas, pero abiertas al disfrute y plenas de sensualidad.

En este aspecto la mujer de hoy en día ha cambiado. Y PARA BIEN. Nos hemos despojado de complejos y tabúes que nos han encorsetado durante siglos. Nos hemos ganado a pulso libertades que nos correspondían por derecho, para equipararnos al hombre en muchos aspectos de la vida, e incluso superarlo en otras.

Pero todavía queda mucho camino por recorrer. La mentalidad sexista lleva demasiado tiempo campando a sus anchas tanto por hombres como por mujeres, y es muy difícil terminar con lo que significa. Yo confío en las generaciones venideras. En la educación igualitaria, en el poder de un «no» dado con autoridad y en el respeto mutuo.

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¿Qué le diría Elena Garquin a quien no cree en el destino, el azar o la casualidad?

– Podemos pensar que todo nuestro camino desde que nacemos hasta que morimos, está predeterminado y nada podemos hacer por cambiarlo. Si nos paramos a pensar en el conjunto de circunstancias que a lo largo de un día nos han llevado a tomar tal o cual decisión, con tal o cual consecuencia, quizá terminemos por concluir que no todo está escrito. Que el azar, la acción de terceros, o la pura casualidad de estar en el momento indicado en el lugar oportuno, pueden cambiar nuestra vida o, por el contrario, llevarnos de vuelta a un camino abandonado hace tiempo.

¿Quién puede saberlo?

No hace mucho recibí una reseña que acababa con esta frase: «El destino es una de las pocas cosas que el hombre puede cambiar». Estoy completamente de acuerdo con ella; yo añadiría más: si eres escéptico en el tema, quizá cuando hayas terminado de leer Casualmente Valentina tu opinión cambie, pero si todavía tienes tus dudas, escucha a Rafael Mejía cuando afirma sin tapujos que: «Mi suerte me la labro yo».

Elena Garquin tiene ese “algo” que convierte sus novelas en mucho más que historias románticas. Su elegancia y minuciosidad en las descripciones otorgan valor añadido a cada una de sus obras… y qué decir de sus diálogos, llegan para quedarse con fuerza en la mente del lector y dibujarle “sonoras” sonrisas. Elegancia y sofisticación, así es Elena Garquín.

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