Crítica de “Los Ocho más Odiados”, de Quentin Tarantino, con Samuel L. Jackson

“Los Ocho más Odiados”, la octava película del realizador Quentin Tarantino, mantiene el sello de autor que le caracteriza, pero es un collage de obras anteriores de su filmografía. Estelarizan Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh y Demian Bichir.

El visionario de Quentin Tarantino abarca un conglomerado de universos ficticios desde el bajo mundo del crimen hasta vertientes alternas a la historia universal, inspirado en el cine atestiguado a lo largo de su vida: las artes marciales de oriente, la maquinación gangsteril manejada en los inicios de John Woo y el spaghetti western de Sergio Leone, por mencionar algunos de ellos.

Los Ocho más Odiados” (The Hateful Eight, 2015) es un western a la usanza del oriundo de Tennessee, acompañado por la violencia, una agudeza en el intercambio de palabras de sus personajes y un contexto político conjugado con acontecimientos históricos como las cicatrices de la Guerra Civil Norteamericana.

Trama de “Los Ocho más Odiados”: Violencia, Intriga  y Falsedades en una cabaña

En Wyoming, al poco tiempo de culminar la Guerra de Secesión en Estados Unidos, el cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell) se dirige junto a su prisionera Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh) al pueblo de Red Rock con el fin de cobrar su dinero. A causa de una fuerte tormenta de nieve llegarán a la “Mercería de Minnie” junto al también cazarrecompensas Marquis Warren (Samuel L. Jackson) y Mannix (Walton Goggins), el nuevo sheriff del pueblo. Ahí conocerán a un grupo de desconocidos, igual de rastreros que ellos mismos, obligados a interactuar entre sí en un desolado lugar en el que mostrarán sus verdaderas personalidades.

Crítica de “Los Ocho más Odiados”: Lento y repetitivo western al estilo Tarantino

The Hateful Eight (2,015), Globos de Oro 2016

The Hateful Eight, Quentin Tarantino Peliculas EnAudioLaino Facebook

Después de atravesar la polémica de la filtración del guion en 2014 que lo llevó a considerar en abandonar a “Los Ocho más Odiados”, Tarantino prosiguió con su historia al filmarla en 70 mm, aspecto interesante y poco apreciado por la capacidad de las salas. En un tono político (el más evidente en su breve filmografía) e intentando reflejar una madurez en el manejo de un relato que muestra uno de los aspectos más imperantes en la sociedad estadounidense: el racismo.

Entregando su segundo western ambientado en la nieve, sin estar exento de la violencia encargada de guiar los acontecimientos y dividido en el usual número de capítulos similares a una pieza teatral, la confrontación de aquellos soldados supervivientes de la Guerra de Secesión de Estados Unidos es el detonante principal para presentar la intolerancia de razas. A manera ingeniosa, el problema de raíces antiguas que prevalece aún en la actualidad se refleja no solo con insultos, sino también con los recuerdos del General Sanders (Bruce Dern) y de Warren, quien utiliza un as bajo la manga disfrazado de política para utilizar un poco la situación a su favor.

Apoyado en gran medida por el tenso y envolvente score de Ennio Morricone y la fotografía de Robert Richardson capaz de capturar la intensa tormenta de nieve y a la propia cabaña que capta a un tono un tanto íntimo en sus acciones, Tarantino se toma un tiempo extenso y deliberado en presentar a cada uno de sus ocho detestables individuos, algunos con rasgos sarcásticos y otros neutrales, misteriosos y ocupados en sus asuntos, ninguno de fiar.

El humor negro acompasa las interacciones de los personajes, rebelando sus oscuras naturalezas y  sus propios intereses, además de reiterar de una manera constante sus motivos a través del diálogo. Aunado a ello, las sospechas en la anormal mercería de la ausente Minnie rompen el pausado ritmo del western con dos giros, uno con un recurso inesperado dentro del relato que tanto anticipa como destroza la sorpresa de la trama y el otro que es capaz de agilizar un poco el filme. Así, el taciturno misterio alcanza un clímax que, propio del imaginativo del realizador, el raudal de violencia es el encargado de sellar el destino de sus participantes.

No obstante, su esencia, si bien con la agudeza en el juego de camaradería y traiciones, es un pastiche de propuestas anteriores de su autoría que le restan un poco de originalidad a la intriga, a los sucesos en la cabalgata sobre la nieve y al ambiente interno de la cabaña, evocando en gran medida a la reclusión en “Perros de Reserva” (Reservoir Dogs, 1992) o al spaghetti western sobre racismo de “Django Sin Cadenas” (Django Unchained, 2012).

Con “Los Ocho más Odiados”, Quentin Tarantino entrega un octavo filme alejado de una obra maestra, excesivo en su propuesta y en su desarrollo, pero que apenas cumple con el propósito de entregar una retrospectiva sórdida, irónica y sarcástica sobre la interacción de gente con diferentes etnias.

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