Blaise Pascal y la gran apuesta por lo trascendente

El gran pensador francés Blaise Pascal (1623-1662) en cierta etapa de su breve pero extraordinaria trayectoria filosófica, se planteó una disyuntiva capital, que paulatinamente ha cobrado una enorme relevancia, en los desencantados tiempos actuales. Pascal pensó en la posibilidad de trascendencia como una gran apuesta- representada en la existencia de Dios-, en la cual el ser humano se juega en cierto modo su existencia toda de cara a lo que, en última instancia, le da sentido a su realidad entera.

La apuesta de Pascal

El filósofo francés llevó a cabo un ejercicio intelectual en donde combinaba su poderoso razonamiento lógico-estadístico, con la aguda sensibilidad que tenía para captar la relevancia de lo trascendente en el mundo. Y así Pascal escribió que, prefería equivocarse creyendo en un Dios inexistente, que fallar no creyendo en un Dios que existe. Además, el autor de los “Pensamientos” completaba su reflexión considerando que, si después de la muerte no existe nada, era claro que no sabría la verdad, pero si efectivamente había un Dios, tendría que justificar entonces su actitud dubitativa.

Pascal y lo trascendente

Más allá del entorno intelectual y las circunstancias históricas y cotidianas que Pascal experimentó en el siglo XVII, su gran apuesta por lo divino puede ofrecernos una importante lección en nuestros días desengañados y definidos (casi por antonomasia), por un “estar más allá de todo” en donde lo inmediato, lo fugaz y lo pragmático determinan la existencia de millones de personas en el mundo. En un ámbito así, ¿Por qué vale la pena decantarse como Pascal por una postura de vida determinada por lo trascedente ( lo que ni es eventual, ni sirve o expresa nada y es capaz de fundamentarlo todo)?

La lección de Pascal

Vale la pena reflexionar en torno al planteamiento expresado por Pascal a través de su apuesta: de entrada elige equivocarse. Es posible visualizar a la equivocación como un distintivo humano. Por supuesto, otros seres vivos también aprenden de sus “errores” máxime cuando su sobrevivencia está en juego en ello, pero lo que distingue a los humanos en este caso, es que tienen conciencia de haber hecho algo incorrecto o desacertado. Se distancian así de su entorno, puesto que pudieron haber procedido de otra manera: la libertad es una condición de posibilidad del existir, o bien, la esencia de la existencia es la libertad, como los existencialistas del siglo XX lo plantearían mucho después de Pascal.

Pascal y el silencio

Siguiendo a Pascal, tanto si más allá de la muerte solo está el silencio eterno, o una instancia superior decidida a juzgarlo todo, nos hallaremos ante algo que nos trasciende, no tanto por su “divina” condición, sino porque nos rebasa en un sentido metafísico: nuestras justificaciones de ser se pierden ante algo que se posiciona más allá de ellas. Ya sea una nada ciega, sorda e infinita o una figura divinal inalcanzable, abrumadora en su inconmensurabilidad, nuestro ser pierde su sentido como partes de una realidad demasiado compleja. No queda sino jugarse todo a través de una gran apuesta.

Pascal y la apuesta por lo humano

Pascal parecería animarnos a asumir una toma de posición ante el silencio: la de reconocernos como aptos a equivocarnos, es decir, re-conocernos como humanos y partir de ello fundamentar nuestro ser en el existir, como criaturas aptas de tomar distancia de la realidad material (¿trasunto del silencio, de la nada cósmica?) para fundamentar nuestro ser en el valor de hacer una apuesta: la que mira de frente al abismo y se crea puentes que acaso no lleguen a ningún lado, pero expresan la convicción de estar allí y manifiestan querer ir más allá de solo eso.

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